Deleite de "malas hierbas" a cargo de Alain Resnais
Hay algo en el cine de Alain Resnais que te transforma. Te atrapa. Te lleva a su mundo, su universo. Un universo que va más allá de la propia historia que narra y que lo ha hecho un cineasta de cabecera desde Hiroshima, mon amour hasta su último film, pasando por El año pasado en Marienbad.
No me voy a dedicar a repasar su estilo a través de toda su filmografia. De hecho tanto da. Porque uno va a ver su última película, Les herbes folles (Las malas hierbas) y todo lo expresado anteriormente se siente igual sin necesidad de conocer la trayectoria del director.
El film, basado en el libro El incidente de Christian Gally, nos habla de esas sensaciones irracionales que el ser humano tiene y que de vez en cuando deja ir. Esos actos que se cometen sin pensárselos dos veces y que nos llevan a vivir situaciones cómicas, trágicas, extravagantes y únicas. Sensaciones y experiencias que uno también experimenta a través de otras artes como puede ser el cine, la literatura e incluso el cómic.
Todos estos ámbitos se recogen en Les herbes folles, la historia de una mujer, Marguerite, a quien un día, al salir de comprarse unos zapatos le roban el bolso. Un bolso que vemos volar a camara lenta, como vuela la imaginación. Este robo la llevará a conocer a George que desatará en ella todos sus bajos instintos y pasiones. Un hombre que se plantea muchas cosas antes de tomar una decisión, como la de entregarle la cartera a Marguerite después de encontrársela en un parking. Él será el motor de sus deseos irrefrenables e inexplicables. Todo bajo un tono de lo más cómico y alocado que Resnais sirve en bandeja de plata al espectador.
Esta claro que este tipo de historias sólo pasan en el cine 'made in Holywood'. ¿Pero Resnais se ha vendido al cine mainstream? Ni por asomo. Es más se llega incluso a reir de él en un momento del film en el que aparecen las letras "Fin" al estilo del cine clásico bajo la música de la 20th Century Fox. Sí, podría parecer una trama simplona, sin mucho fin, una especia de comedia romántica extravagante, pero con un poso de un cineasta que sabe lo que se hace y que requiere de la iniciativa del espectador.
Para empezar, el cromatismo del film es impecable. Rojos, verdes, amarillos y azules son los protagonistas en muchas escenas que se tiñen de uno de estos colores. Pero no porqué si, sino con una intencionalidad clara. Aunque no venga a cuento, el cineasta francés va creando atmósferas significativas con estos colores, para trasladar de manera indirecta al espectador las sensaciones que viven los personajes protagonistas en esos momentos.
Sigue un guiño al cómic. Y esta vez sí, al cómic mainstream. Ni más ni menos que a Tintín. Los comisarios que aparecen en el film son el retrato en carne y hueso de los hermanos Dupont y Dupond (aquí Hernández y Fernández) que desatan las risas del público en un interrogatorio que roza lo absurdo y que desquicia a George.
Pero si Resnais hace un canto a algo es a la ficción. Ya sea literaria o cinematográfica que lleva a lectores y espectadores a dejar volar su imaginación, a crear historias de anécdotas, a crearse sus fantasías al leer sus líneas, a buscar significados. Ficción que les lleva de historia a historia, de realidad a imaginación. Y es que en el cine y en los libros todo es posible, incluso que suceda una historia llena de excentricidades y exageradas casualidades como la de Les herbes folles, donde una dentista puede pilotar aviones, un hombre puede desear conocer a la mujer robada, vivir una aventura de amor desquiciante... Lo que sea.
Todo esto y más nos cuenta este cineasta francés que no ha perdido un ápice de su autenticidad por mucho que ahora se ha pasado al poder del color o a realizar una comedia. Su dominio de la cámara, el uso de esos planos extra complicados, tantos picados, travellings sobre los que él mismo hizo escuela, están presentes. El uso de la música además roza lo súblimo. A veces cómica, a veces fuera de lugar y siempre exagerada, la música le sirve a Resnais para seguir haciendo visible la intervención del realizador y los mecanismos propios del cine.
Se podría hablar de la fiel adaptación a los diálogos del libro, de ese título, de esas malas hierbas que crecen cuando menos te lo esperas por cualquier grieta, como aparecen estas historias y sus lecturas paralelas entre líneas, la dirección de unos actores en estado de gracia. Pero sólo servirá para confirmar lo que ya sabemos, que Alain Resnais sigue siendo un autor adaptado a nuestros tiempos que siempre está dispuesto a usar el cine como herramienta de pensamiento y deleite del espectador. Y sin duda se agradece.
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