Género de denuncia en Semana Santa

El drama no es el único género en el que la crítica social encuentra su mejor baza. La denuncia de los males de nuestra sociedad se pueden explotar desde todos los ámbitos, incluido la comedia, el thriller o el terror. Prueba de ello hay muchas. Esta Semana Santa, en las pantallas españolas coinciden dos films que desde géneros muy distintos intentan apuntar a los vicios y defectos que España y parte del mundo está viviendo. Por un lado tenemos al director patrio más internacional, Pedro Almodóvar, quien desde la comedia y a través de Los amantes pasajeros realiza un repaso a los titulares que asolan las páginas de todos los periódicos. Por su parte, dos hermanos, Álex y David Pastor, que empezaron al otro lado del charco con Carriers (Infectados), han regresado a Barcelona para realizar un film futurista que nos muestra como puede acabar nuestra sociedad si sigue estos pasos. Ambos intentos son buenos, sus resultados más dispares.

Vuelo accidentado

Empecemos por el director manchego y su regreso a la comedia. Lo mejor que se podría decir de Los amantes pasajeros es que tanto  el avión en el que sucede la acción ya dice al espectador donde se va a embarcar. En un vuelo que dará muchas vueltas para finalmente llegar a ninguna parte. Almodóvar dice haber querido volver a un género, la comedia, en el que había empezado. Cuando si uno revisa sus éxitos más importantes y sus diálogos hilarantes, éstos estaban repletos de dramatismo y acciones políticamente incorrectas (maltrato, monjas yonkies,...) que incluso ahora serían imposibles de ver en pantalla sin que alguna asociación no se le echara encima. Nada de ello hay en su último film, donde la parte de denuncia social no existe, ni revela nada nuevo ni es tratado de manera polémica y lo que es aún peor sin una pizca de gracia. La clase turista dormida y tratados abusivamente por los de business, lo sabemos. Políticos de derechas con una familia díscola, lo sabemos. Famosas paranóicas por sus relaciones "reales", asesinos a sueldo, camellos, videntes, maricones en el armario, locas, casados, drogadictos, bisexuales,... Lo sabemos. Nada nuevo en el abismo. Nada escandaloso.

Podríamos pensar que no es necesario ni para el cineasta ni para una comedia realizar un film denuncia. Bien, asumido. Quedémonos pues en que se trata de una comedia ligera. Lo que implica diálogos ingeniosos y mucho más viniendo de uno de los directores que más nos ha hecho reir a los españoles en unos años, los 80, que era difícil debido a la situación social que se vivía, igual que ahora.. No lo logra. Los chistes sobre pollas, mamadas, bisexuales, maricones y sexo pueden hacer gracia siempre y cuando no sean simplones, soeces y mucho menos innecesarios, porque entonces congelan la cara de los espectadores y provocar la incomodidad, no porque no se quiera ver una realidad sino porque ya la conoce y lo único que le causan estas gracietas son vergüenza ajena.

Pese a tener el típico playback de todo film almodovariano que ya ha causado furor y provocado flashmobs, contar con un Carlos Areces en un estado de gracia que ya todos conocíamos y que funciona a la perfección para su personaje y un Javier Cámara que ya le ha pillado el punto al cineasta manchego no hay nada más que salvar en este avión, que es la película, que va a la deriva. El resto de los actores, a causa de sus diálogos sin gracia no crean empatía, el talento del cineasta apenas se deja ver y aún menos un trabajo de guión que parece hecho a base de comentarios de after-hour de un bar de gays a las 12 del mediodía enfrente de un periódico y además con poca gracia.

En resumen, tras tantos años de buen cine, tanto cómico como dramático, con algo de crítica social este regreso a la comedia de denuncia acaba sufriendo un aterrizaje forzoso que tiene mejor resultado en la trama que en la realidad, donde se estrella, dejando al espectador medio y al seguidor de Almodóvar con la incertidumbre de adonde puede llevar esto.

Una luz al final del túnel

A la vez que este viaje accidentado por la comedia de denuncia, se encuentra en nuestras salas un film muy distinto, Los últimos días. El segundo largometraje de los hermanos Pastor no nos invita a viajar en el sentido literal pero si a situarnos en una Barcelona en plena epidemia de agorafobia, apocalíptica y con las calles desiertas.

Los cineastas catalanes ruedan su primer film en España y nos situan en este escenario que si uno lo piensa no dista tanto del real. Marc es un técnico informático de una importante empresa barcelonesa que contagiado de esta extraña epidemia que le impide salir a la calle decide emprender la búsqueda de su novia que se encuentra en algún lugar de la ciudad. A él le acompañará Enrique, un "compañero" de trabajo, que se le une para un fin que más adelante se descubrirá. 

El planteamiento no es muy distinto que el de su ópera prima. Algo que le imprime un cierto sello de autoría si se quiere aunque aun resulte precipitado decirlo. Pero si Carriers (Infectados) resultaba algo vacía en su mensaje, este nuevo film tiene cierto mensaje e incluso denuncia que llega a ir más allá del de un autor tan reputado como Almodóvar. En este viaje que Enrique y Marc realizan por los subsuelos de Barcelona hay una lucha contra el miedo de una sociedad que se enfrenta a si misma en su interior mientras siente temor a luchar contra sus miedos y salir a la calle. Se asoman a las ventanas, recogen agua y algunos víveres sacando cazuelas, palos y todo lo que pueden para lograr algo, pero nunca van más allá. No se atreven.

Como en las más reputadas películas de género subyace una cierta crítica a esta sociedad española o incluso mundial, que temerosa de lo que está sucediendo al mundo no se atreve a manifestarse por las calles, a enfrentarse a lo que sucede, que pese a ser peligroso merece un esfuerzo si realmente se quiere cambiar. Sea por luchar por un amor, por una vida que se desea, por escapar de un estancamiento y cerrazón que lleva a enfrentarnos los unos con los otros por motivos lingüísticos (sus protagonistas catalanes sueltan algunas palabras en su idioma), políticos, laborales o económicos... Sólo alguna vez se dan caceroladas por el balcón o se muestra un poco pero sin ir más allá.

Pese a un mensaje positivo que el film no quiere evitar, los hermanos Pastor sí parecen no confiar mucho en estos ciudadanos temerosos que pese a no ser los causantes de estos problemas que llevan a destruir nuestra sociedad (como la Barcelona desolada del film) no muestran mucha voluntad de dar los pasos necesarios por miedo o por lo que sea.

Llegan así los cineastas catalanes mucho más lejos que en su primer film, le dan más consistencia a su mensaje pero aún así siguen sin lograr ese film redondo. Los últimos días contiene todos esos valores, unos grandes efectos y unas buenas actuaciones pero también un metraje que pese a ser de 100 minutos resultan excesivos. Aún así superan lo último de Almodóvar y llevan el cine de género español a un terreno más que competente internacionalmente a nivel técnico como e incluso de forma y contenido.

En resumen, fallos y aciertos en el cine de género se encuentran en nuestra cartelera española esta Semana Santa. Fallos y aciertos que serán vendidos internacionalmente. Fallos y aciertos de nuestro cine que en estos días necesita de películas de denuncia, eso sí, sin olvidar ni el entretenimiento ni la calidad. Por favor.

Trailer Los amantes pasajeros 




Trailer Los últimos días




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