Nymphomaniac: Cara A y Cara B

CARA A

Como siempre, en toda película de Lars Von Trier, el título es lo de menos. Todo su interés radica en lo que esconde el despliegue de la narración.

Como ya se ha dicho, el nuevo film de Lars Von Trier es mucho más de lo que promete tanto su título, como su trailer, como sus 'sneak peaks'.

En primer lugar, es una disección del desorden que le da título. Un retrato de la vida de una mujer, Joe, que desde muy joven, y jugando a explorar su sexualidad, convierte el sexo en su vida y su vida en sexo. En principio para su goce, finalmente a su pesar.

Su adicción no dista de cualquier otra y, como toda, la lleva a explorar y conocer su parte más pasional, baja, cruda y mísera, pero también la del resto de hombres y mujeres que se cruzan en su vida y la utilizan para sus vicios y negocios.

El sadismo, el masoquismo, la frigidez, los juegos de rol, la infidelidad, el amor, la masturbación... incluso la pedofilia tiene su hueco en esta película. (Como siempre  Von Trier divide su película en distintos capítulos donde se exploran varios temas).

En este aspecto, Nymphomaniac va mucho más lejos de donde llegó la aclamada Shame de Steve McQueen. De acuerdo, la primera no abordará el tema poniendo la familia biológica de por medio, pero sí algo más crudo, como sobrellevar esto con amor y un hijo de por medio.

Las escenas sexuales están filmadas tal y como son por actores porno, pero son reales, así como el público siente como tal las actuaciones de todos sus actores, lo que tranmiten y lo que cuenta la narración.

Y ¿qué cuenta? Tratándose de Lars Von Trier, como se ha dicho, no se podría quedar en el título. El director danés logra elaborar todo un discurso filosófico y moral a través de esta adicción. Por un lado, a través de las aventuras de Joe, quien está segura de ser el mal en persona, incluso con visiones de éxtasis orgásmico-religioso-diabólico (pese a lo contradictorio que resulta teniendo en cuenta que rechaza la moral establecida)

Por otro lado, a través de Seligman. Al principio, uno puede pensar que estamos frente a un hombre de mentalidad naïf, que trata siempre ver el lado positivo de las cosas. Pero el cómo lo hace es importante. Seligman es un hombre leído, parece saber de todo: filosofía, matemáticas, religión. Nada se le escapa. Cada una de las historias contadas por Joe son para él ejemplos claros de algo pasado, de un comportamiento ya observado por el psicoanálisis, los filósofos, teólogos, personajes históricos, mitológicos,...

Pese a las truculentas, excitantes, humorísticas, morbosas, sadistas,... historias de Joe, apenas le hacen indignarse y si lo hace, rápidamente modera su discurso para contrarestar cualquier juicio malvado y pernicioso contra la protagonista de la historia. En el volumen 2, se descubre su historia y, en parte, el porqué de su excepcionalmente racional comportamiento. Al menos, en principio.


Es a través de este personaje, y en ocasiones de Joe, que Lars Von Trier se aleja de la morbosidad que pueden provocar las historias sexuales para girarlo todo y convertir su película casi en un tratado filosófico y antropológico del comportamiento humano, utilizando referentes históricos incluso a nivel religioso y literario. Con cada una de las intervenciones y discusiones entre estos dos personajes (y en consecuencia el director y su película) se pone sobre la mesa una serie de concepciones preconcebidas y reflexiones sobre la violencia, la educación, la moral, el sexo, obviamente, el placer, la felicidad, los tabúes, el amor,... para ponerlas en tela de juicio,

En cada pequeña historia que desgrana Joe se produce una reflexión de lo contado, tanto por parte de los personajes como por parte del espectador que escucha impasible, como Seligman cada una de las aventuras de la protagonista. Su sufrimiento, su satisfacción, sus placeres llegan al público de manera tan directa que puede permanecer sentado con los cinco sentidos en alerta las tres horas de la primera entrega, las dos de la segunda, y si el director y los distribuidores se hubieran atrevido, las más de cinco horas que dura el proyecto original del cineasta.

Todo ello, y más, convierte a Nymphomaniac en un film con todo lo mejor de Lars Von Trier.

CARA B


Como siempre, en toda película de Lars Von Trier, el título es lo de menos. Todo su interés radica en lo que esconde el despliegue de la narración.

En este caso el director danés no puede evitar dejar de ser ese excéntrico director querido de sí mismo y que necesita llamar la atención. Cueste lo que cueste.

Obviando lo sucedido en el festival de Cannes y focalizando en el film que se ocupa. Nymphomaniac es una prueba más.

En primer lugar, tanto el título, como el trailer, los 'sneak peaks' y las escenas de sexo son sólo armas comerciales. Nada es lo que parece. No hay nada nuevo bajo el sol y quien se escandalice por lo que aparece en pantalla es porque es excesivamente mojigato. No hay tanta violencia, ni tanto sexo. Porque, como se ha dicho, su tratado sobre la ninfomanía es de todo, menos sexual. Cualquier película S puede excitar más que las explícitas escenas de sexo filmadas por Von Trier. Su frialdad a la hora de rodarlas y el trato que le da a sus personajes, hace que lo más excitante sea la participación intelectual que genera en la mente del espectador.

Por otro lado, no se puede obviar este otro absurdo y manido recurso comercial, digno de Hollywood, que el cineasta emplea para presentar este film, en dos partes. ¿Por el excesivo metraje o por puro afán recaudatorio? Uno no puede dejar de pensar que Von Trier tira por la segunda opción al anunciar en entrevistas y al inicio de las dos partes, que el film tendrá tres versiones distintas: la ahora presentada en las salas comerciales, recortada con su aprobación y en dos partes; la que se prevé saldrá en breve por algún país con material adicional y también en dos partes; y por último el film tal y como fue concebido, dice, en una sola película de más de cinco horas y que verá a la luz por primera vez, dice, en la próxima Berlinale.

Pura estrategia comercial. ¿Cómo se puede dividir un cuento moral (porque Nymphomaniac es eso, un cuento moral) en dos partes? ¿Cómo se puede hacer esto siendo Lars Von Trier, un cineasta controvertido que gira sus historias en cualquier momento de sus films para acabar contando otra cosa? ¿Cómo se pueden hacer cortes en seco en conversaciones y empalmarlas haciendo evidente que se ha ocultado algo al espectador? Por pura estrategia comercial.

Además, Lars Von Trier está tan orgulloso de su formación y conocimientos que, si bien antes los dejaba entrever con sutiles referencias, ahora las hace evidentes, las explica, las menciona,... quiere que el espectador conozca y quede sorprendido por cuánto conocimiento tiene el director que le nombra a autores y cita referencias que desconocía por completo. Vamos, que parece que el cineasta esté diciendo a este inculto y necio espectador que todo esto está contado en libros y textos que él ha leido y que él, estúpido espectador, nunca ha tenido la decencia de ojear.

Si ya se quiere valorar la moraleja final,... Bien, pese a la compresión que Seligman siente por Joe y pese a sus explicaciones racionales, el film acaba con un cierto olor juicioso y conservador. Otra trampa y engaño del cineasta que pese a querer ir de liberal mostrando sexo explícito en pantalla para ir de radical, acaba sacándose la careta y mostrando su punto de vista moralista.

Todo ello, y más, convierte a Nymphomaniac en un film con todo lo peor de Lars Von Trier.

RESUMEN FINAL

Como siempre, en toda película de Lars Von Trier, el título es lo de menos. Todo su interés radica en lo que esconde el despliegue de la narración. En Nymphomaniac el cineasta hace un despliegue de sus conocimientos intelectuales y técnicos y ofrece su visión particular, y algo antropológica y pesimista, del mundo. De sus enfermedades, de sus miedos, filias, fobias, perversiones y virtudes que no ve, o no quiere ver. Pero sin duda alguna, Nymphomaniac, se debe ver.

Trailer:


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