Boyhood

Olvidémonos por un momento de lo que se sabe del proceso de rodaje de Boyhood. No todo el mundo tiene porque conocerlo (aunque el trailer lo anuncie) y se va a enfrentar al film así, por lo que merece la pena saber como lo verá un público general.

El nuevo film de Richard Linklater trata y aborda precisamente lo que su título indica. La infancia. Ese proceso por el cual todo espectador pasa o ha pasado. Como película río de vivencias y tiempos que fluyen hay omisiones, años, escenas, momentos aburridos, tristes, alegres, que forman parte de esa etapa de la vida. Pero es cine, no una vida. Por mucho que consiga parecerlo.

Mason (Ellar Coltrane) es nuestros ojos o nuestro guía por este viaje a su infancia que podría ser la nuestra. Tiene seis años. Sus padres, interpretados por Patricia Arquette y Ethan Hawke, se han divorciado. Ha de aceptar los nuevos retos y cambios que le esperan en la vida. Vivir por los derroteros que le hace pasar su madre y pasarlos junto a su hermana Sam (Lorelei Linklater), con la que, como toda relación de hermanos tiene sus más y sus menos. No hay más historia. Y la hay toda.

Durante aproximadamente 160 minutos, el espectador asistirá al devenir de este niño de seis años, al que vemos crecer en pantalla hasta sus 18, justo cuando inicia su nueva vida en la universidad. Es decir, ese momento tan americano, en que uno abandona el hogar de sus padres para inicias su propio camino. Allí, su vida ya dependerá de él. Mientras, hemos visto como se ha mudado varias veces y ha iniciado nuevas vidas allí donde iba. Ha visto a su padre casi cada fin de semana, ha sufrido a los novios de su madre (alcohólicos, maltratadores, militares,...), se ha visto discriminado por raro, por ir mal en los estudios, ha tenido hermanastros, amigos, novias, ha descubierto el amor infantil, adolescente, ha roto con sus parejas, ha sufrido, ha bebido, fumado... Lo mismo por lo que todo espectador ha pasado.

¿Qué hay de nuevo pues? La manera en la Richard Linklater nos retrata esos 12 años. Con una sensación de objetividad pura. No hay un momento más dramático que otro, no hay gracias para desternillarse, ni afectación alguna en la manera que son tratados los sentimientos de los personajes. Y eso aporta la excelencia a la película. Porque un retrato de una infancia no tiene porque contener momentos épicos, ni de una belleza sublime ni estar enmarcado en planos de una belleza extrema. Boyhood, la infancia, es eso, como una foto, en este caso un film que resume, podríamos decir a la perfección, que condensa lo que este período de vida representa para cualquiera.

El trato y evolución de los personajes es acurado. El protagonista es Mason y por tanto, él va a ser quien reciba mayores lecciones y lo veamos evolucionar más, es el que tiene que asumir todo lo que la vida le presenta y lo hace con una naturalidad, tenga la edad que tenga. Es increíble ver como un actor es capaz de transmitir en distintas épocas de su vida todo lo que puede llegarle a suceder.

Luego están los padres, Arquette y Hawke, grandes actores. Y grandes personajes. Es otra evolución que a menor escala retrata el film. A medida que vemos como Mason afronta las situaciones, vamos viendo como sus padres crecen también, cometen y aprenden de sus errores, se odian, se soportan, se hacen amigos, se divorcian, afrontan problemas vitales, económicos educacionales (charlas sobre sexo, sobre decisiones tomadas por el divorcio, por las adversidades de la vida, económicas y políticas incluidas).

Boyhood, así, fluye sola. Como la vida, haciendo que el espectador se olvide que está gastando tres horas de su vida en ver otra y sin mirar el reloj, porque asistir a esta grabación de la infancia de Mason, en un momento u otro, es como asistir a la propia de cada uno de los espectadores de la sala. Es cine, pero podría no serlo. Es una infancia, pero podría ser un film.

Ahora sí, prestando atención a como se llevó a cabo la película, uno puede darse cuenta porqué transpira tanta veracidad. Boyhood es otro de esos proyectos fascinantes de la historia del cine y de la mente de su director. Si en el film vemos crecer a Mason y siempre le vemos su misma cara a través del tiempo, igual que al resto de actores, es porque son los mismos actores. Richard Linklater cogió al actor Ellar Coltrane cuando no era conocido y apenas era un niño, en 2002 y durante 12 años se han ido reuniendo, para grabar esta película. El guión, obra del propio director, se iba nutriendo pues de los encuentros que tenía con él a lo largo de todo este tiempo. Si debía incorporar o sacar secuencias pensadas previamente debido a los encuentros con el chico, lo hacía. Aportaba más vida a esta película.

El cineasta pues, sigue experimentando con el cine. Demostrando que cree en él. No tanto como medio para vivir de ello, sino para contar lo que desea, porqué cree que con el cine es posible. Tal vez haya propuestas más arriesgadas y experimentales en el cine, como películas que duran días y luego son destruidas, experimentaciones con el lenguaje y mucho más 'arties'. Pero Linklater no está por estas cosas. Los Lumière de hecho, tampoco, solo querían captar lo que sucedía. Tal como sucede en Boyhood, donde la vida real penetra en la película (la del niño, la de los padres, sus circunstancias: la guerra de Irak, el 11S, Bush, Obama, móviles, el fenómeno Harry Potter...). Y la película penetra en la vida de estos personajes. Un film sin pretensiones, sin grandes momentos, pero que los contiene todos. Y que además no engaña, es lo que se anuncia, ¿un film épico de 12 años como dice la campaña de promoción? No. Boyhood.

 Trailer:








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