Un Congreso sobre cine, tal vez

Tal vez sea una sólo una reflexión centrada en el mundo del cine. Algo que interesa a los amantes de este, llamad, séptimo arte pero y a pocos mas. Es obvio que es así. Al menos, en su idea general.

Tal vez no es más que una apuesta de Ari Folman. Un amante de la animación como método para contar historias. Una vía más para hacer cine que muchos consideran para niños.

Tal vez aleje al espectador esa escasa hora animada. Donde un Robin Wright escaneada, accede al juego propuesto por Hollywood, de ser bien pagada a cambio de perder su identidad y libertad para escoger que rol interpretar.

Tal vez allí, Folman plantee un eje de la película. El explicado al principio. La industria cinematográfica no puede controlar a ciertos actores y actrices con talento y solo les quede reproducirlos para tenerlos a su merced.

Pero no se trata solo del cine. El mundo está tan descontrolado como el segmento animado de The Congress (El congreso). Existe una industria que vende libertad a cambio de tratar con los seres humanos, prometiéndoles una vía de escape sus problemas y así conseguir lo opuesto a sus promesas. El control de los individuos.

Tal vez ese caos se exprese mejor con la animación. Un mundo loco, divertido, salvaje,... Un mundo que supo retratar la animación tradicional de la que hecha mano Ari Folman, demostrando su conocimiento de ese cine.

Reivindicándolo, no sin nostalgia, el cineasta hace gala de su arte de ilustrar historias adultas que, pese a su apariencia futurista, están sucediendo en la actualidad.

No menos importante es la imagen real. La vida de Robin en la película no es nada sencilla. Se debe enfrentar no sólo a la industria cinematográfica sino también a su día a día como madre de un hijo enfermo al que debe cuidar y proteger como estrella de cine que es, pero especialmente como progenitora.

Tal vez, la huida desesperada que emprende la protagonista es menos compleja que el de otra persona que no está metida en el show business. Pero aún así, existe y refleja, de nuevo una situación no tan futura.

La apuesta híbrida de Ari Folman para narrar una historia llena de juegos de espejos puede resultar simplista y centrada en el mundo del cine e incluso muy cercana a la historia real de la actriz Robin Wright.

Tal vez, solo plantee el debate de hacia donde se dirige el cine. Pero no lo hace de manera muy juiciosa. No plantea un dilema entre que es mejor o peor, si escanear actores y mostrar mundos imposibles o ser nostálgico del cine analógico y com actores reales. Folman muestra las cartas que hay actualmente sobre la mesa, incita a pensar sobre ello y no tanto a juzgar. O si provoca algún juicio de valor que sea con conocimiento de todo lo que conlleva cada opción.

Igualmente, tal vez, esa es una lectura de tantas posibles. ¿Se podría leer como una opresión de todo un sistema? ¿Cómo un reflejo del.mundo caótico al que éste nos ha llevado? Tal vez. Lo que no cabe duda es que si el cine sigue planteando preguntas. Sigue vivo.

Trailer:


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