Maps to the stars

En el panorama de directores norteamericanos pertenecientes al mundo de Hollywood es facil perderse. Los hay que están dentro del sistema (y son el sistema, cuando empezaron fuera de él), como Steven Spielberg o George Lucas, y otros que parecen mantener cierta independencia, como Gus Van Sant o David Cronenberg, que parece que juegan al gato y al ratón y que se pierden en este mundo. Tanto que a veces uno requiere de un mapa para seguirles la pista.


De hecho, Cronenberg lleva unos años apartado ya del cine de género que le hizo famoso. Algunos incluso afirman que se ha vendido a las historias fáciles con personajes más reconocibles y menos torturados, aunque si leen las últimas películas no parece que sus afirmaciones sean muy exactas.

En A history of violence (2005) y Eastern Promises (2007) ya no había gente loca, pero  gente con un pasado turbio. La cámara se acercaba a los golpes y heridas físicas recibidas por sus personajes y que los afectaban más que a su piel. 


Se apartó aún más de la carnalidad y en A dangerous method (2007) retrató a Freud y Jung quienes, como él, pero de manera más científica, se acercaron a mentes complejas, en un marco temporal ya pasado, pero cuyas lecciones resuenan y se aplican todavía a día de hoy. 

Así que decidió acercarse al presente, un presente "alternativo" con Cosmopolis (2012) y seguir diseccionando no ya a un personaje sino a toda una sociedad a través de Erick Parker, un Robert Pattinson encerrado en una limusina, un ser que se aísla del mundo, se auto engaña y autodestruye tanto como lo hace la sociedad en la que vive y que él mismo manipula a su antojo en una espiral sin fin.  


Y así trazando un mapa por esta nueva etapa en la filmografía de Cronenberg que, dicen, se aleja de lo que siempre retrató, llega Maps to the Stars, una nueva disección tan fría y cruda como satírica y cruel del mundo de Hollywood y su star system y muy criticada desde su estreno en el festival de Cannes. 

Maps to the stars más que una película es un mapa geográfico de Los Angeles y de los personajes que habitan sus colinas y el film. Benjie Weiss es un estrella juvenil que ya ha conocido las drogas y ha visto morir a alguna de sus fans por tratar de seguirle los pasos. Parece que se maneja en este mundo, pero algo más que las drogas le perturba.  

Su padre Strafford (John Cusak), extraño terapeuta de las estrellas, no está menos tenso y perdido que su hijo y todo porque quiere pertenecer a este mundo. Y nada mejor que tratar con ellas haciéndose pasar por una especie de gurú para vivir la fama de cerca y evadirse de su pasado. 

El pasado, es ese tiempo en el que vive una de sus pacientes, Havana Segrand (Julianne Moore), actriz (de/por tradición familiar) que lucha por no ser olvidada por el gran público y conseguir un papel. Como sea y como cualquiera en Los Angeles. 

Como el mismo Jerome, sin ir más lejos, (interpretado por un Robert Pattinson que parece salir de su anterior film con el director, Cosmopolis), un actor y guionista en potencia pero que no puede dedicarse, de momento, a otra cosa que a conducir limusinas. Y así se convierte en el chofer de una joven, Agatha (Mia Waikowska), que con su halo misterioso, llega a Los Angeles para ser la asistenta de Havana. Aparentemente. 

Todo un mapa de estrellas como los que se vende realmente en cualquier tienda de souvenirs de Los Angeles y que pueden ser caducos o falsos. Tan falsos como estos personajes e incluso las actuaciones de Maps to the stars. Las actuaciones de todos lo actores en este film son visibles. No parece que ninguna de las palabras que salen por su boca, de sus actuaciones y reacciones sean veraces. Solo Mia Wasikowska y Pattinson, cuyos personajes son más ajenos a ese mundo, lo son más. 

El espectador, por momentos, parece estar alucinando como Benjie y ve fantasmas en lo que son personas y actores. No son reales, se ve a la legua, pero los esta viendo, sí lo son. Y reacciona. ¿Le están tomando el pelo con semejantes actuaciones? ¿Qué pretende Cronenberg apartando al público de su película? 

Precisamente que sientan lo mismo que cuando los ven en la prensa y revistas, esa sensación de que estos famosos son de otro mundo. Un mundo de intereses, de secretos ocultos, de pieles quemadas. Revelarles que este mundo es ficticio pero real para los actores. Un mundo donde no hay sonidos de coches sino de limusinas, de cámaras, de aires acondicionados, de maquinarias que hacen la vida, aparentemente más apacible. 

Un mundo perverso, falso y que algunos viven como real. Para provocar envidias, para experimentar y en el que no hay cabida para una pizca de realidad ni redención. Algo así como le pasa a Agata que es tachada de apestada por Havana, humillada, vejada, apaleada por su padre, cuando lo único que busca es una libertad de la que se ve negada en este mundo. O a la madre de Benjie, que rompe a llorar ante el comportamiento de su marido y de su hijo y arde en fuego tan provocativamente falso como el comportamiento de sus familiares, tan frío como el entorno en el que vive. Y así, otra vez el espectador vuelve a estar fuera del film. Expulsado voluntariamente de esta ficción por el propio director que solo quiere que vea todo esa ficción tan real como es y como se anuncia: un mapa. En el que uno puede ver a escala ciertas zonas, pero no entrar en ellas. 


Y así convive, final, feliz y perversamente, David Cronenberg, en este panorama desquiciado, pero haciendo uso de sus recursos. Contratando a actores de franquicias fílmicas como Robert Pattinson  y multipremiados como Julianne Moore. Trazando nuevas rutas para explorar esos rincones perversos de la geografía y la mente humana con la misma precisión que cuando se dedicaba al cine de género. 

Trailer:


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