Un camino largo y (poco) agradable

No hay nada agradable cuando la historia
es bien simple: Joel, sale de casa para llevar al perro al veterinario y no
encuentra sus llaves. A partir de esto el público sigue al protagonista a lo
largo de un día que empezó mal y sigue igual. Cada encuentro, cada vicisitud
con la que se encuentra va a complicarle su día.
No hay nada agradable en el propio Joel.
Es un ser desaliñado, apesadumbrado y que en todo el día durante el que
transcurre el film no parece mostrar mucha simpatía para con los quien le
rodean. La cámara en cambio se pega a él, a su espalda, a su cara, a sus
heridas y, así, a sus sentimientos que poco a poco se van desentramando.
No hay nada agradable en la situación de Joel. El espectador va descubriendo a medida que avanza la película como ha llegado a convertirse en la persona que vemos y como va avanzando para superar su situación. Apenas
expresa como se siente, sólo gime y deambula mientras va afrontando la realidad. Y en ahí es donde la película
triunfa. Sin excederse en su banda sonora, en su situación personal ni en
dramatismos, este personaje, en ocasiones odioso y despreciable por algunos
actos que comete, acaba calando. El espectador puede entender su comportamiento
sin necesidad de llegar a empatizar con él.

No tiene por que ser agradable seguir un
día medianamente rutinario de un ser mundano y poco amigable, como un primer largometraje
no tiene que ser efectista, espectacular o sorprende. Y de hecho El camí més
llarg per tornar a casa no es nada de eso, pero sí demuestra que Sergi Pérez
puede aportar mucho al cine español y que es capaz de contar grandes historias
con muy poco. Y de repente, hacer un film notable y agradable.
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