El Quijote, Dostoievski y Woody Allen

Cuenta Miguel de Cervantes que El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha enfermó de tanto leer novelas de caballerías. Y es que, a veces, no se puede creer todo lo que cuentan los libros.

Cuesta imaginar que el protagonista del nuevo film de Woody Allen se haya inspirado en este libro pese a ser todo un intelectual, pero no hay pocos paralelismos en su nuevo film, Irrational Man. Su peculiar Quijote es Abe (Joaquin Phoenix), un apasionado y experto profesor en filosofía encargado de dar clases y discursos acerca de los grandes pensadores, y que se desplaza a una universidad de la costa este estadounidense a impartir un curso de verano. Su interés por el pensamiento existencialista lo ha sumido en una apatía vital, insatisfacción e impotencia que solo encuentra consuelo en la bebida. Se ha convertido en un romántico, amante de los filósofos de la escuela originada por Kierkegaard. Teorías que reflexionaban sobre el vació existencial producido por la libertad total del hombre y que han llevado a Abe a desconfiar (de la deriva) del ser humano, saturado de esta sociedad “libre”, donde nadie toma decisiones para salvar a un mundo a la deriva y donde la supuesta libertad no ha llevado a la acción, más bien a la nada.

A su rescate aparecerán dos  mujeres, ambas también perdidas. Una de ellas es la madura profesora de la universidad donde Abe impartirá sus clases de verano, dispuesta a llenar su pobre vida sexual teniendo un affaire con él. La otra es Jill, una alumna deslumbrada y fascinada por el saber de Abe (Emma Stone convertida en un poco excéntrico alter ego de Allen), que deja de lado a su novio por hacerse con el hombre ideal romántico que cree encontrar en su profesor. Pero ni siquiera las mujeres parecen poder ayudar a Abe pese a su fama de rompecorazones de alumnas.

El tormento del joven hidalgo resuena pues en el protagonista del nuevo film de Woody Allen. La diferencia es que mientras el Quijote cruzaba la Mancha sin descanso, Abe pasea por la vida sin ganas. Hasta que éste decide actuar. Y allí Cervantes se desvanece y aparece el amado literato del cineasta newyorkino, Dostoievski. El azar se cruza con Abe en forma de una conversación en un bar sobre una mujer en pleno divorcio que no puede afrontar los costes de sus abogados. Es entonces cuando Abe encuentra su momento para actuar, tomar por la mano esa total libertad de la que hablaban los existencialistas y desoír toda moral preestablecida y obsoleta.

Como en Delitos y Faltas y Match Point, dos de las obras dramáticas con más carga filosófica de la filmografía de Allen, Irrational Man crea un universo tan oscuro como humano. Pone en evidencia sus dudas sobre esos románticos, esos Quijotes que se alzan por un ideal intelectual en pos de la Humanidad, imponiendo sus egos por encima de lo moralmente correcto, como un personaje dostoievskiano. Cuando Abe por fin siente esa nueva potencia vital debido a una dudosa acción cometida, Jill recurre a la moral establecida y despierta de su sueño e ideal romántico (y filosófico).

Woody Allen recupera parte de su pulso perdido a la hora de enfrentar historias rocambolescas gracias a un clásico que descubrió cuando tenía veinte años y que lo han convertido en quien es. Olvida ese mundo mágico que ha cobrado fuerza en sus últimos films para asentarse en la realidad de un hombre cansado y atormentado por vivir en esta sociedad. El azar, ese elemento que mueve a todos los personajes del cineasta; la complejidad de la condición humana basada en grandes pensadores de la historia de la literatura y la filosofía, la gasolina que hace funcionar el motor narrativo del director, asaltan la frivolidad de unas vidas resueltas, frívolas e ideales de los protagonistas de sus films.


Con unos diálogos más reposados pero amenos sobre filosofía, relaciones, patrones y conductas psicológicas que no resultan forzados enmarcados en una facultad de filosofía vuelve al Allen más reflexivo y autocrítico. Fascinado por el levantamiento de ese Quijote del existencialismo que es Abe como Cervantes hijo con su personaje más célebre, el director nos recuerda que los libros (y sobre todo la filosofía) no dejan disfrutar de la realidad y pueden llevar al hombre a tomar decisiones incorrectas. Y que solo el azar acaba siendo dueño de la vida del hombre, incluso del más intelectual. Nada nuevo bajo el sol en su filmografía, pero todo rayo de luz en esta tenue última etapa del cineasta que hace recuperar la confianza en un Woody Allen fascinado por la condición humana.

 Trailer:





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