De terraplanistas, cine y otras ficciones



El poder de la ficción es un hecho. Las teorías conspirativas de toda clase cada vez tienen más fuerza. Las pruebas son varias: desde los negacionistas del Covid hasta los que creen que el hombre nunca pisó la Luna y fue todo grabado en un estudio de Hollywood.
Ante este auge en el que toda hipótesis puede darse por buena por el mero hecho de ser contraria a la creencia científica general, los terraplanistas regresan con fuerza. No es sólo cosa de Estados Unidos. Durante este verano, España ha asistido impertérrita a diversos congresos de estas personas.
No soy filósofo para reflexionar por qué ha caído en decadencia el discurso tecnocientífico. Errores hay en todas partes y aún hay misterios por resolver pero se me escapa por qué atrae tanto este tipo de discursos.
Como amante del cine y la cultura quiero agarrarme a que la ficción está en auge. La gente tiene voluntad de creer, como titula Pablo Messiez su último montaje presentado en el Teatro Español, pero creer en los márgenes.
Lamentablemente es un consuelo de tontos. Las salas y los teatros no dejan de ver cómo los espectadores cada vez son menos y tienen que hacer más esfuerzos para poder colgar el cartel de "entradas agotadas". Muchos apuntan a que la solución puede ser apostar a los seguros, otros ven la oportunidad de apostar por nuevos formatos para ver si así atraen de nuevo al público además de renovar las plateas. Para gustos colores.
Uno podría pensar viendo el éxito de las teorías conspirativas disidentes que el riesgo, las nuevas propuestas deberían tener éxito. Pregúntenselo a las salas de autor. Si pueden, porque cada vez hay menos. 
Los hay que no quieren pensar, afirman muchos con soberbia y notoriedad intelectual. Lo hacen para criticar a los terraplanistas y a los que consumen películas o teatro comercial. No caigamos en eso.
Apostemos por la ficción como hacen los fans de las teorías terraplanistas que este 10 de septiembre llenaran una sala de Cinesa Maquinista para hablar de planicie, bulos impuestos por el sistema e incluso educación en casa. En la variedad está al gusto. Por eso, si ese día no tienen planes vayan al cine, concretamente a la Maquinista. No a armar quilombo contra los conspiranoicos, no les demos más publicidad, sino a llenar las salas donde sí se ofrece una ficción mucho menos perniciosa por poca calidad que tenga y a ver si así los empresarios no tienen que alquilar sus espacios para otra cosa que no sea el cine.

Por último, un último mensaje a los terraplanistas que ya se han gastado 18 euros para pagar su asistencia al evento o a los que se han quedado sin entrar: les emplazo a que se dejen tentar por las películas que hay en las salas de al lado. Verán que también el cine ofrece nuevos mundos que no quieren hacerles creer cosas que no son, al menos, no en la vida real y además no les van a soltar sermones plomizos, sino que se van a entretener y pasarlo bien. Tal vez, incluso mejor.

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