'La sustancia': más allá del hype


Dificilísimo hablar de The substance (Coraline Fargeat, 2024) cuando el hype es tan alto. Aquí un servidor iba precavido. Los elogios no han dejado de sucederse desde el paso de la película por Cannes y, lo cierto, es que la película da que hablar. No tanto por el contenido, sino por sus formas.

De hecho, se podría decir que una vez vista sorprende que el premio recibido en Cannes fuera al de guion. No es que sea malo, pero tampoco brilla como lo hace la puesta en escena. Sí, La substancia es un golpe al patriarcado y al mercado o, si se quiere, a la exaltación de la juventud y al canon de belleza de la mujer. Nada que el trailer no revele. Una presentadora de televisión, Elisabeth Sparkle, decide tomar una sustancia porque para los productores ya es una vieja por pasar de los 50 años.

Tampoco hace falta ser Einstein para deducir que lo que parece un milagro no le va a salir gratis. Porque en efecto pasa eso. ¿Qué tiene el guion de especial? Tal vez las formas. Es una manera ingeniosa de recordar este mensaje a un mundo que vive obsesionado en y por la imagen. Desde hace ya décadas, por otra parte. En resumen, si es por el tema, podemos decir que 'La sustancia'... Psé. Está bien.


Lo mejor en cualquier caso es ver cómo la directora juega con el cuerpo de la mujer. Lo lleva al límite de lo posible y lo imposible. Lo tortura, lo machaca, lo deforma. Al más puro estilo Cronenbergh. Lo que le pasa a la protagonista es realmente extremo. Eso sin contar cómo rueda a Sue y si cuerpo esbelto, o al grasiento productor de televisión que las gobierna. Todo es algo muy trillado, pero muy bien filmado y con una estética tan pulcra y limpia al principio que vuelve todo lo sucedido en algo aún más turbio si cabe. Tanto como en ocasiones repetitivo.

Y, de repente, llega el final. Sólo decir que es para amantes del cine de género, no aptos para todos los estómagos y mucho menos para aquellos que querían quedarse con lo bizarros dentro de una imagen pulcra. Fargeat se deja llevar, se pone disfrutona y ofrece al público lo que quiere: carnaza y sangre por doquier, en un festival que deja a Carrie como una inocente niña. Todo se descontrola hacia lo grotesco y lo gracioso. Una bacanal que ofrece una orgía de carne y sangre para el deleite de todos los sentidos. Y es allí cuando la peli, que podría haber acabado algo original, toma otros vuelos. Por un lado, se convierte en una experiencia 100% cinematográfica y colectiva si se entra en el juego, si se abraza el código y el público se deja llevar (como lo hizo el entregado público de Sitges). Por el otro, puede apartar de golpe al espectador que compartía el mensaje y que vea en estas decisiones finales una especie de apuesta desmadrada, loca y sin sentido que no hace otra cosa que redundar y subrayar lo ya contado hasta ese momento de forma innecesaria solo por el gusto de "quién da más".


Seguramente hay algo de estas dos cosas, pero creo que la principal baza, la mayor fuerza y potencia de The substance es la de generar una experiencia catártica colectiva, volver a recuperar ese cine que hace que el espectador no puede estarse meramente quieto en su butaca, sino que grite, aplaude, vomité, se vaya o deje de mirar. Algo puramente sensorial que se convierte en físico. La sustancia del cine.



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