'Maria': Pablo Larraín en busca de la Callas (en Angelina Jolie)
Nueva entrega biográfica de Pablo Larraín. Una vez más es una mujer de gran poder. Pero si bien Jackie Kennedy y Lady Di eran mandatarias, aunque fueran consortes, Maria Callas era poderosa en el mundo de la cultura. Su figura era tan admirada como temida. Y el cineasta chileno trata de desvelar por qué.
Larraín repite modelo. En vez de hacer un repaso de toda la vida de su protagonista, elige un periodo delimitado en el tiempo. Luego, ya añade flashbacks. Así, para Maria elige la última semana de vida de la soprano griega, aunque partiendo desde el día de su muerte.
A lo largo de la cinta, Larraín nos muestra una Callas soberbia y frágil, muy frágil. Consume una cantidad ingente de pastillas, confunde realidad e imaginación, los recuerdos de su vida le pesan, incluso la música. La Callas quiere volver a cantar, pero no puede. Sea el dolor, las pastillas o su propio pasado, la voz no le sale, no es la que era.
Mientras eso sucede, su figura, su carácter se agria. Sale la diva, el icono, la altiva cantante de ópera que ha cantado con gran éxito en todos los palacios de la ópera del mundo y enamorado hasta al hombre más rico del mundo, Onassis. Él fue su talón de Aquiles, quien le retiró de la ópera. Claro que no es el único culpable de sus males. Su infancia también le pesa.
Larraín filma estas idas y venidas de la griega. Esos momentos en que resulta odiosa y otras en que parece comparecerla. Si a Jackie y a Lady Di parecía arroparlas, Maria, se distancia de la Callas, haciéndola también algo más irregular.
Los planos de la mansión en la que vive la cantante muestran ese encierro no sólo en sí misma. Como pasaba en Jackie y en Spencer, Maria es una mujer que parece tenerlo todo y, en cambio, vive en una jaula que le atrapa hasta el punto de ser un pájaro atrapado que se ha quedado sin libertad y sin voz.
La Callas de Larraín llega a decir que primero dependió de su madre, luego de Onassis y que en sus últimos días es libre. ¿Pero lo es? Le piden que vuelva a cantar, que se detenga, ella quiere y su cuerpo no responde. ¿Es ahora libre?
Esta es la historia, es lo que busca el cineasta y la música que suena con la voz de la Callas (evidentemente Angelina Jolie no podía llegar a tanto) ayuda a expresar tanto su fragilidad como su altivez. Le da alas a una historia que, en su mayoría, roza el telefilm de muy buena calidad y, en algunos momentos, consigue ser de una sensibilidad cercana a la exquisitez (el momento japonés, ese final antes del primer plano de Jolie...).
Uno de los problemas principales de Maria, tal vez, sea su obsesión por la figura de Jolie. La cámara de Larrain filma a la actriz muy de cerca, en busca del plano perfecto que haga aparecer a la Callas en el rostro de Angelina. Y no sucede. No se parece. Tampoco pasa nada por eso, pero como el director lo busca tanto se convierte en ocasiones en una acción tan redundante como fallida.
Aun así, Maria funciona mejor que Jackie, pero no consigue capturar los fantasmas como lo hacía Spencer. Por otro lado, es mucho más potente que las dos anteriores, pero por su música. Parece casi una lección del poder de la ópera para no iniciados. En cualquier caso, está muy lejos del Larraín de Tony Manero y El Conde e incluso de Neruda.
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