Fría y pretenciosa radiografía

Hay titulares que resumen a la perfección todo un desarrollo. Por mucho que éste contemple matices, lo básico es lo básico. ¿Pero por que seguir? Porqué Cosmopolis, el nuevo film de David Cronenberg nos presenta una digna y fría radiografía de la situación actual del mundo a través de la ficción. Y es que si la historia del protagonista del film, Eric, interpretado por Robert Pattinson, no llega a ninguna parte, el mundo no es que parezca ir mucho más allá.  Ya tenemos un mensaje. El mensaje del film. Una radiografía. La radiografía de nuestra sociedad.

El mensaje es de un nihilismo absoluto y Eric es su mejor ejemplo. Un hombre de negocios, narcisista, egoísta, que vive la mayor parte de su tiempo aislado del mundo (de hecho la mayor parte del film sucede en una limusina), sus contactos bursarios, las informaciones que le llegan, sus relaciones y decisiones de todo tipo (incluso con el doctor), en definitiva, toda una vida sucede en este espacio cerrado, aislado de un mundo que caótico que Eric solo ve sin escuchar a traves de los cristales tintados.
Pero cuando algo del exterior se filtra, sea una enfermedad, una noticia interfiere en esta vacía vida Eric reacciona y se la cuestiona, sin llegar a ningún punto, nada queda claro.

La frialdad de la interpretación de Pattinson, la puesta en escena puramente visual y estática, sin apenas cambio de escenarios, los personajes que se cruzan en su día parecen no afectarle, aunque se planeta cosas. Pero su vida, su aislamiento, su vida cómoda, el mismo mundo en el que vive o vete a saber porqué (el cineasta no lo explica ni lo deja entrever) le impide entender nada, y ni si quiera entenderse. Ni Eric, ni la película, ni el espectador llegan a ninguna conclusión. Hay mucho discurso pseudo-filo-sociológico, breves iluminaciones de lo que sucede en la película que es lo que sucede en el mundo actual, pero que son tan breves, tan vagas, tan superficiales, que aunque hacen que el espectador asienta con la cabeza, acabe con la sensación de que no llegan a ningún punto. Aunque puede que, precisamente, ese "ningún punto" es todo lo que hay. He aquí el mensaje nihilista. El espectador estará de acuerdo o no, pero la radiografía que realiza Cronenberg del mundo en el que vivimos es tan clara, tan precisa que nos lleva a reconciliarnos con este cineasta que con su anterior film, A dangerous method (Un método peligroso) parecía haber perdido su agudeza para la disección de las mentes y las entrañas personales y de la sociedad.

 Pero el problema de las radiografías es que sólo son una imagen que por ser tan fija, congelada de una parte que, por mucho que diga algo requiere de más pruebas, más información. Y esto es lo que le pasa a Cosmopolis que uno quiere más. El espectador quiere más. Y con razón. Porque nada va más allá, muchos discursos, mucha imagen congelada, mucho plano fijo, gran técnica cinematográfica y unos efectos visuales que llaman la atención, que quieren demostrar que estamos ante un film importante que nos quiere decir algo, cuando no dice nada nuevo. Desconozco si la novela homónima de Don DeLillo en la que se basa el film es igual de importante en mensaje y tan floja en su contenido, pero realmente, cuando a uno se le pasa la impresión de las imágenes, de ese abierto y desconcertante final y piensa en lo que ha visto ve que pese a su duro mensaje no ha visto más que un film con grandes intenciones, redundantes, subrayadas y, en definitiva, una película pretenciosa que pese a su duro y realista visión de la situación deja frío al espectador.


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