Realidades de gángsteres y Estados Unidos
Puede que Killing them softly sea una de las mejores películas del año, pero sin duda eso no la hace una película perfecta. Durante este último mes no he parado de leer alabanzas sobre el nuevo film de Andrew Dominik si es la película que retrata la América actual, la película de la era Obama, incluso la película de la crisis. Prefiero el artículo indefinido usado al principio, aunque en este film las cosas estén más definidas y, sino, al menos, más claras.

Pero precisamente la obviedad final es lo que hace que el mensaje afloje. Pero una llega a la conclusión que ese subrayado exagerado por parte de Dominik puede ser debido a dos razones: cree que los espectadores no son capaces de entender los mensajes sutiles o bien que cuando llega el final, tras ver la última parte del largometraje se ha dado cuenta que ha dejado de lado todas esas filtraciones de realidad política vía radio o televisión que tan importantes son en los primeros minutos. Es ahí donde uno pone en cuestionamiento la capacidad del director, ¿ha olvidado poner referencias? ¿Se cree demasiado sutil? ¿La trama gangsteril se le ha ido de las manos?
La trama de los gangsters precisamente es lo que menos se le ha ido de las manos. El cineasta australiano realiza un film 100% de gangster plenamente postmoderno y, en estos tiempos que corren, mil veces vistos. Los discursos entre hilarantes, burdos, cómicos y sórdidos de los protagonistas están cargados a veces de política con un toque obviamente tarantiniano . Su ritmo y su trama dialogada recuerda especialmente a los hermanos Coen. Su violencia fria, seca, cruda e incluso ralentizada nos recuerdan no sólo a Matrix sino a los efectos usados por David Fincher en The fight club (El club de la lucha). Todo enmarca a Dominik en un cine postmoderno en extremo. Usa un género clásico rodado muy a lo siglo XXI. Pero va un paso más allá, porque sus referentes ya son los mismos directores postmodernos. O al menos su influencia parece más que obvia, aunque igual, dentro de unos años podremos llegar a una conclusión que estas maneras de rodar eran las propias y comunes en toda una generación que de tan referencial se acabó volviendo auto, auto-referencial.

De acuerdo, el cineasta no es nada sutil como lo eran sus colegas del cine moderno, vale calca tanto el cine de gansgter con y sin referencias que a veces parece olvidar su primer y último compromiso político. Pero su mensaje, su manera de filmar, las situaciones de tensión que logra crear, su cruda visión de la realidad económica de lo que es Estados Unidos y el mundo. Un mundo donde los que deciden las cosas son unos seres de los que se conocen sus nombres pero a los que no vemos. Un mundo donde los poderosos envían y subcontratan a otros, sin conocerlos, sin saber si son eficientes porque no se sienten capaces de ejecutarlos por ellos mismos (como le pasa a Jackie, que es incapaz de matar a la gente de cerca porque no puede ver como sufren). Unos subcontratados que pese a tener sus dudas acaban realizando el trabajo sucio y que, al final acaba salpicando a más y más gente y creando una situación y una espiral de la que no se puede salir. Eso sí, el resto de mortales solo veremos estas situaciones a través de la ficción, solo conoceremos los rostros de Frankie y Steve, los últimos monos en este entierro, nunca veremos o sabremos quien está detrás, quien es ese Mark. Tal vez, los rostros políticos cambiaran, pero no la esencia de una tierra de negocios, donde altos y bajos fondos se mueven sin parar a sus anchas. Porque son éstos los que, desde tiempos inmemoriales, con el presidente que sea, han estado allí siempre forjando y levantado estos Estados Unidos que ahora conocemos. Uno dirán que es un mensaje tan excesivamente (como la postmodernidad en sí) claro como catastrofista, otros que a veces la realidad es la que es demasiado obvia y se deja ver, como (sucede con) esta gran Killing the softly.
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