Apichatpong Weerasethakul: Mostrar lo que no se ve
Todo forma parte del todo. Lo espiritual
con lo terrenal, la continuidad con la discontinuidad, el humor con el drama…
tantos opuestos conviven en el mundo como en las películas de Apichatpong Weerasethakul. El cineasta
tailandés lleva años triunfando en los distintos festivales del mundo y
transitando por nuestras pantallas como los espíritus de sus películas, pasando
desapercibido e impactando en quien ve sus films.
Son pocos los que saben del estreno de Cemetery of Splendour pero quien vaya a
verla se reencontrará con un Weerasethakul
más arriesgado que el de El tio Boonmee recuerda sus vidas pasadas (ลุงบุญมีระลึกชาติ /Lung Bunmi Raluek Cha) en términos narrativos y más esteta. La sinopsis
de su último film es básica. Una mujer acude cada día a un hospital de pueblo
para asear y hablar a unos heridos de guerra que sufren una extraña
“enfermedad”: Todos han quedado inmersos en un profundo sueño del que parecen
no despertar.
No, Weerasethakul
no se ha pasado a la ciencia ficción, simplemente sigue profundizando en la
naturaleza humana y en su contacto con espiritualidad. Mientras que en Hotel Mekong eran los muertos los que
hablaban con los vivos, y en el caso de Tío
Boonmee… con los espíritus, en Cemetery
son los dioses quien se planta delante de los hombres en su forma más
antropomorfa.
Y allí la historia sigue derroteros casi
inexplicables, que se alejan de la linealidad y se deja llevar por las
conversaciones entre dioses y humanos, entre dioses y dioses, humanos y
humanos, en la convivencia de todos con todos.
No hay más y está todo, hay una esencia.
La esencia de un autor influenciado por una sociedad donde la tradición budista
es imperante y casi ley de vida para muchos ciudadanos pero que le sabe extraer
su parte humorística y su parte relevante, sin juicios de valor. La esencia de
la sociedad tailandesa dormida, enferma, que no quieren despertar. La esencia
del hombre y de sus vidas, de su espiritualidad, de sus esperanzas, de sus
estupideces…
Weerasethakul sigue reivindicando, a través sus modestas películas, un cine no
tan narrativo, no tan lineal, que sea capaz de expresar lo terreno y lo
espiritual, lo que se escapa a la cámara, lo que se escapa al ojo humano y hace
fácil lo difícil: mostrar lo que no se ve.
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