Detalles de Julieta
Una plano detalle de la respiración de Julieta y su bata roja nos ponen en alerta nada más empezar la película. Y, de repente, una escultura de un hombre sentado con extremidades cortadas que la protagonista se encarga de envolver. Ahí está el resumen de Julieta, la última película de Pedro Almodóvar. La pasión, el sentimiento del rojo; la cámara sobre el pecho de Julieta y el sentir de su respiración. Y un hombre, fragmentado, al que envuelve. Julieta se va de Madrid. Hasta que decide escribir esa carta que nunca se molestó en escribir y que da pie a un flashback que cuenta como se ha llegado hasta aquí.
Puro Almodóvar, mujeres que quieren huir de sus vidas, escapar de su pasado, pero atrapadas por él. Casi sin opción a retorno. Pero esta vez, va más lejos. Pierde todo su humor. No es extraño teniendo en cuenta el fracaso que supuso volver a él en Los amantes pasajeros. Sólo está Julieta. Su vida. Sus latidos, su sentir, su sentimiento de culpa, que impregna poco a poco la película y que la convierte en una mujer torturada.
Han sido tantas en el universo Almodóvar. Pero Julieta parece no encontrar escapatoria, no hay recodos de humor para escapar, todo es culpa. Nada más. Y en progresión ascendente. Cómo el mar que no presagia la tormenta y cuando llega arrolla todo lo que encuentra por delante. Ese mar que impresiona a su protagonista. Y que acaba marcando, como un tatuaje, para toda su vida.
Todos esos trazos son los que componen (a) Julieta. Fragmentos enmarcados en un perfecto plano general en el que cada detalle grita en silencio (así se iba a llamar el film) la atención del espectador. Y que acaban reflejados en el rostro de su protagonista, y las dos actrices principales que la interpretan, Adriana Ugarte y Emma Suárez. Estas dos actrices llevan toda la carga dramática del film, Emma Suárez y Adriana Ugarte se mimetizan y trasladan la culpa del personaje a sus gestos, a sus miradas, a sus movimientos. Sin gritos, sin excesos, en silencio.
Almodóvar, tras el fallido lapsus de Los amantes pasajeros, sigue con su intención de pulir sus melodramas. Ya no hay respiros humorísticos que aportaban sus secundarios. De hecho, apenas hay secundarios, y los que hay están desdibujados, incluso podrían ser prescindibles, porque sólo aportan un subrayado más a la historia y al sentimiento. Y ahí está el fallo, Almodóvar se ha dejado impregnar por el melodrama puro, por la exageración del drama y del sentimiento. La culpa que siente Julieta está perfecta y excelentemente retratada y transmitida pero no justificada. Y cuando falla la base...
La innegable técnica de Almodóvar, un estructura central sólida, su gusto por los detalles (los colores almodovarianos siguen siempre presentes, incluso en el papel de pared), su delicado trato a los personajes femeninos y unas grandes actuaciones bien dirigidas salvan el edificio de una película que tenía todos los números para salir redonda.
Puro Almodóvar, mujeres que quieren huir de sus vidas, escapar de su pasado, pero atrapadas por él. Casi sin opción a retorno. Pero esta vez, va más lejos. Pierde todo su humor. No es extraño teniendo en cuenta el fracaso que supuso volver a él en Los amantes pasajeros. Sólo está Julieta. Su vida. Sus latidos, su sentir, su sentimiento de culpa, que impregna poco a poco la película y que la convierte en una mujer torturada.
Han sido tantas en el universo Almodóvar. Pero Julieta parece no encontrar escapatoria, no hay recodos de humor para escapar, todo es culpa. Nada más. Y en progresión ascendente. Cómo el mar que no presagia la tormenta y cuando llega arrolla todo lo que encuentra por delante. Ese mar que impresiona a su protagonista. Y que acaba marcando, como un tatuaje, para toda su vida.
Todos esos trazos son los que componen (a) Julieta. Fragmentos enmarcados en un perfecto plano general en el que cada detalle grita en silencio (así se iba a llamar el film) la atención del espectador. Y que acaban reflejados en el rostro de su protagonista, y las dos actrices principales que la interpretan, Adriana Ugarte y Emma Suárez. Estas dos actrices llevan toda la carga dramática del film, Emma Suárez y Adriana Ugarte se mimetizan y trasladan la culpa del personaje a sus gestos, a sus miradas, a sus movimientos. Sin gritos, sin excesos, en silencio.

La innegable técnica de Almodóvar, un estructura central sólida, su gusto por los detalles (los colores almodovarianos siguen siempre presentes, incluso en el papel de pared), su delicado trato a los personajes femeninos y unas grandes actuaciones bien dirigidas salvan el edificio de una película que tenía todos los números para salir redonda.
Comentarios