Bayona, ¿te acuerdas de Godard?


Todo es técnicamente perfecto en La sociedad de la nieve. Unos gigantes planos generales para ver lo pequeños que son los protagonistas (y los seres humanos) frente a la naturaleza. Combinación de primeros planos asfixiantes de los personajes, para sufrir con ellos y dejar al espectador sin aliento con planos generales muy abiertos y de situación, para mostrar los pequeños que son dentro de este mundo. Una música extradiegética y enfática de los sentimientos. Y, por último, un guion manipulador con frase final que ensalza los valores de un equipo de personas que, unidas, pudieron sobrevivir a una de las mayores tragedias aéreas del mundo.

Hasta aquí todo bien. J.A. Bayona ofrece un tremendo blockbuster donde lo que importa es la emoción, el mensaje y la espectacularidad. Y, una vez más, hasta allí no hay ningún error. Tampoco ninguna aportación. Sigue los cánones de una película de aventuras. Presentación del equipo de rugby uruguayo, énfasis en la historia personal de algunos personajes, accidente de avión, despliegue de medios y, a partir de allí, ofrecer un clímax cada 15-20 minutos, intercalando escenas de bellos paisajes para dar un respiro al espectador.

La pregunta, por eso, es ¿todo vale? A la hora de contar la tragedia real de estas personas, ¿hace falta los planes detalles de algunas muertes sucedidas durante el choque? ¿Hace falta sentir el último aliento en primerísimo primer plano antes de ver a una persona morir? ¿Es necesario jugar con el espectador y ofrecer un giro de guion cuándo han pasado ¾ de película para causar más llanto?

Si Godard dijo que el travelling es una cuestión de moral, no estaría de más que Bayona se preguntase si la cámara lenta y el efecto de vacío de sonido vale para narrar un caso real. Enfatiza el drama. Lo hace más espectacular, obviamente. Mucha gente va a llorar y se les va a romper el alma. Fue algo muy duro. Pero ni Viven llegó tan lejos a la hora de regodearse en esta tragedia.

Retratar algo así no es fácil. Por eso, es tarea del director saber cómo va a plantear la historia. El cineasta catalán optó por rostros poco conocidos, actores uruguayos y no yanquis, un escenario montañoso que se pareciera a los Andes (Sierra Nevada), unos planos sumamente calculados. Todo rema a favor de una sola dirección: el espectáculo. Más concretamente del espectáculo de las emociones. Todo con un objetivo: emocionar al público, hacerle sentir la angustia vital de estas 27 personas que vivieron esta tragedia, de estos 16 hombres que sobrevivieron en condiciones extremas. La angustia se palpa. Pero cómo.

Este humilde espectador la ha sentido, pero no como pretende el cineasta. La angustia que uno siente es porque no ve el momento en que el film acabe. Bayona no escatima en detalles. Se muestra en primer plano la carne humana que ingirieron los supervivientes, las heridas que sufrieron, las tormentas que sufrieron, las muertes a las que asistieron. ¿Con efecto realista? No, efectista. Todo es mera contemplación de una calculadísima pornografía de la tragedia en la que se regodea el director. Por tanto, ¿angustia? Sí. Pero uno no puede dejar de pensar: Bayona, ¿te acuerdas de Godard?



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