Una sonrisa para la muerte



Gus Van Sant sigue jugando con el cine indie y el mainstream. Y lo mejor de todo es que no se avergüenza de ello. Y es que no tiene porqué. Es cierto que el halo de algunas de sus mejores películas queda en nada cuando ofrece su talento a los estudios. Pero su temática sigue presente. Hay una firma que se siente.

Restless, su nuevo film es una mezcla. No hay tiempos muertos, es una historia convencional con el sello de Gus Van Sant. El cineasta vuelve a uno de sus temas predilectos: la adolescencia. En este caso Enoch (Henry Hoper) es su protagonista. Un joven que parece no tener respeto a nada, ni a la muerte. Su gran afición es ir de funeral en funeral sin necesidad de conocer al difunto. Allí se encuentra con Annabel (Mia Wasikowska), una chica que le hace descubrir que la muerte y el amor pueden ir muy de la mano.

Ya pasaba en Last Days, Elephant, y tantos otros film del realizador. El centro son unos jóvenes atemporales, que no saben encauzar sus vidas, con dificultades para integrarse en un mundo que no saben como aferrar. Se sienten perdidos. Pero esta vez Van Sant abandona el pesimismo, como parecía intuir el final de Paranoid Park. Restless respira esperanza, pese a lo curioso de la situación la vitalidad de los jóvenes, su sentido del humor, su optimismo casi naïf impregna el film. Y lo hace conscientemente arriesgándose a caer en lo insulso.

Por suerte el cineasta sigue queriendo aferrarse a la realidad, sea ésta bonita o no, y acaba salvando el film. Sus personajes son adolescentes típicos: viven con pasión su historia de amor, fantasean, se divierten, lloran, quieren recordar sus momentos, hacer que sus vidas y su historia dejen huella (no en vano dibujan la silueta de sus cuerpos con tiza en el suelo). Y todo ello, más sus circunstancias también les hace chocar con la vida real que les hace crecer a golpes.

Y ahí donde el anterior Van Sant podría hacer que sus personajes se hundieran y empezar un film parecidos a los de su trilogía. Restless acaba, con una sonrisa. Porque en el fondo, la película, la historia de estos personajes es completamente real. Y aunque pueda resultar naïf, dura… agridulce, en definitiva,  no es más que hechos reales, verosímiles.


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