Cámara-sentimiento

Leyendas urbanas, road movies, poesía de una radio de la resistencia y un blanco y negro constante pueden llevar al espectador que estamos ante la típica ópera prima de un realizador que quiere demostrar todo lo que sabe: giros de cámara, distorsión de la mirada, juegos con el sonido... No, el espectador no está equivocado.

Ningún movimiento de la cámara es banal, no hay encuadre poético que no sea usado con una intención. Incluso aquel en el que se ríen de las pretensiones de "una película en blanco y negro para mostrar en festivales y criticar a la sociedad" mexicana. Y con estos diálogos y algunos otros, el director consigue alejarse de lo pretencioso y mostrar que igual que sus protagonistas y el director solo se deja llevar.
Ruizpalacios usa un estilo consecuente. Fluctúa, como lo hace la cámara, de personaje en personaje, de encuadre a encuadre, con una ligereza que guía al espectador por un viaje que le resultará más gratificante cuanto más adopte la actitud de sus protagonistas y se deje sorprender por el viaje y las sensaciones.
Porque, como en toda road movie, esta Güeros tiene algo de catártico. Con el pretexto de la búsqueda de Epigmenio Cruz el director retrata la violencia juvenil, el odio de y a los jóvenes, la resistencia de los estudiantes ante un sistema que no saben donde les lleva, las luchas ideológicas entre estos, sus contradicciones, la pasividad de la sociedad, el abandono de sus referentes. Y mientras todo eso sucede a y ante los protagonistas a ellos parece no cambiarles, ellos ya lo conocen, es el espectador quien necesita verlo y Ruizpalacios se lo muestra tal cual. Saltando de lugar en lugar, de emoción a emoción y sin dramatismos.
La película así late igual que sus protagonistas: sabe lo quiere hacer y mostrar, intenta hacer lo máximo posible para lograr sus objetivos y aunque parezca que no avanza (tal vez no lo haga) expresa un sentimiento con la volatilidad de los mismos.
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