Guerra y serrín
Hay una imagen que resume a la perfección la idea que Zaza Urushadze tiene sobre la guerra y es la que abre y cierra მანდარინები / Mandariinid (Mandarinas): Los trozos de madera cortados por Ivo y el serrín que le acaba salpicando mientras ésta se parte.Y es que Ivo se encuentra tranquilamente realizando cajas de madera para poner las mandarinas que recolecta su vecino Margus mientras estalla la guerra entre chechenos y georgianos. Y estando en medio, ve el fuego cruzado e incluso mete el conflicto en su casa cuando un día recoge a dos heridos, uno de cada bando, para curarlos.
Mientras la guerra sucede, los militares se curan y discuten en su casa, Ivo no deja de salpicarse de serrín, pero no se ensucia las manos de sangre, sino que intenta que el conflicto no vaya a más. Y les demuestra que la convivencia y el respeto es posible.
Y de jefe de ceremonias, para un planteamiento que de tan evidente y lógico puede resultar naïf está Zaza Urushadze, director y guionista del un film que orquesta la película con un sentido del humor duro, con escenas de violencia y muerte frías, realistas y sin tapujos. Nada que ver con el mensaje pacifista del film. No hay músicas dramáticas, no hay planos preciosistas sino el trabajo de Ivo y Margus, la sangre y heridas de los soldados y la violencia sin sentido.Del mismo modo todos los personajes tienen sus partes sombrías, incluso los aparentemente buenos Ivo y Margus, de los cuales se desconoce porqué no huyen a Estonia ante semejante situación y el primero llega a brindar por la muerte en un momento del film. Pero no para añadir dramatismo a la trama, sino porque es lo que mueve el mundo.
Los momentos de humor relajan la tensión constante y estos se cortan en seco por la situación bélica. Nada es reconfortante pese a su premisa que puede alejar al espectador más exigente que perdería una oportunidad única para ver un retrato crudo y humano de nuestro mundo. Porque Mandarinas actúa también como esa disco que corta la madera, pero en la conciencia del espectador.
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