Guerra y serrín

Y es que Ivo se encuentra tranquilamente realizando cajas de madera para poner las mandarinas que recolecta su vecino Margus mientras estalla la guerra entre chechenos y georgianos. Y estando en medio, ve el fuego cruzado e incluso mete el conflicto en su casa cuando un día recoge a dos heridos, uno de cada bando, para curarlos.
Mientras la guerra sucede, los militares se curan y discuten en su casa, Ivo no deja de salpicarse de serrín, pero no se ensucia las manos de sangre, sino que intenta que el conflicto no vaya a más. Y les demuestra que la convivencia y el respeto es posible.

Del mismo modo todos los personajes tienen sus partes sombrías, incluso los aparentemente buenos Ivo y Margus, de los cuales se desconoce porqué no huyen a Estonia ante semejante situación y el primero llega a brindar por la muerte en un momento del film. Pero no para añadir dramatismo a la trama, sino porque es lo que mueve el mundo.
Los momentos de humor relajan la tensión constante y estos se cortan en seco por la situación bélica. Nada es reconfortante pese a su premisa que puede alejar al espectador más exigente que perdería una oportunidad única para ver un retrato crudo y humano de nuestro mundo. Porque Mandarinas actúa también como esa disco que corta la madera, pero en la conciencia del espectador.
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