Adaptaciones literarias
Los compañeros de Vertigo Films nos informan que el próximo 29 de abril llega a nuestras pantallas la adaptación cinematográfica del bestseller Tokyo Blues de Haruki Murakami. Al leer esto uno teme lo peor, no porque el director encargado de llevar el libro al cine sea malo sino por la dificultad que supone captar la atmósfera tan particular que crea este escritor en sus novelas.
Se podría hablar de muchas novelas de gran éxito que una vez trasladadas al cine han perdido fuerza, pero voy a hablar de una que se encuentra actualmente en cartelera Never let me go (No me abandones) adaptación de una novela de ciencia ficción del, también japonés, Kazuo Ishiguro. Para no desvelar nada diré que narra la historias de tres niños y luego jóvenes que han nacido con un propósito determinado y un destino fatídico. Todo ello da pie a que el director pueda lucirse y generar un drama intenso y seco que llegue a desgarrar al espectador.
El cineasta elegido ha sido Mark Romanek. Con un estilo muy personal, frío y nada lacrimógeno se acerca a la historia para mostrarla sin prejuicios, exponiendo lo que sucede a los personajes y remarcando como se puede amar, reir y sufrir con la libertad completamente mermada. Cabe destacar que la puesta en escena, el cuidadoso detalle en los paisajes filmados, su acercamiento precabido a los personajes y sus vidas es de lo más digno y remarcable, tanto que uno puede sentir una mezcla de la tensión, temor y malestar que pueden vivir los personajes protagonistas. De tal manera que se aleja del estereotipo de director procedente del mundo del videoclip como es su caso.
El problema tal vez radique en que su prudencia para no parecer sensiblero y ñoño lo lleva a ser distante. Al espectador le cuesta sentir empatía por unos personajes que son tan humanos como ellos, que sufren como ellos. Tal vez, el hecho de querer reflexionar sobre este aspecto debido al tema de la novela lo ha provocado. Además con su intención de no olvidar la historia romántica sin dejar de lado el contenido filosófico y moral hace que no quede claro este último. Un director nunca debe olvidar que aunque la novela y su contenido sea excelente, cuando se traslada a la pantalla se ha de convertir en cine y que los espectadores de Never let me go pueden ser muy distintos a los lectores de la novela y que por tanto, igual que esperan ver reflejado el espíritu y la esencia de la novela también quieren emocionarse como lo han hecho al leer el libro.
Debido a la gran labor de dirección y a unos actores que respiran naturalidad no se puede decir que el film resulte fallido, pero tal vez un poco más de calor y menos frialdad la hubieran hecho mucho más cinematográfica y quien sabe si más fiel a la novela.
Pero a que siempre van a existir libros más o menos buenos que sus adaptaciones es defendible su intención ya que por insatisfacción o por placer los espectadores del film de Romanek puede que al salir se acerquen a una librería a comprar el libro de Ishiguro. Si pasa lo mismo con Tokio Blues, servidor se dará por satisfecho.
Se podría hablar de muchas novelas de gran éxito que una vez trasladadas al cine han perdido fuerza, pero voy a hablar de una que se encuentra actualmente en cartelera Never let me go (No me abandones) adaptación de una novela de ciencia ficción del, también japonés, Kazuo Ishiguro. Para no desvelar nada diré que narra la historias de tres niños y luego jóvenes que han nacido con un propósito determinado y un destino fatídico. Todo ello da pie a que el director pueda lucirse y generar un drama intenso y seco que llegue a desgarrar al espectador.
El cineasta elegido ha sido Mark Romanek. Con un estilo muy personal, frío y nada lacrimógeno se acerca a la historia para mostrarla sin prejuicios, exponiendo lo que sucede a los personajes y remarcando como se puede amar, reir y sufrir con la libertad completamente mermada. Cabe destacar que la puesta en escena, el cuidadoso detalle en los paisajes filmados, su acercamiento precabido a los personajes y sus vidas es de lo más digno y remarcable, tanto que uno puede sentir una mezcla de la tensión, temor y malestar que pueden vivir los personajes protagonistas. De tal manera que se aleja del estereotipo de director procedente del mundo del videoclip como es su caso.
El problema tal vez radique en que su prudencia para no parecer sensiblero y ñoño lo lleva a ser distante. Al espectador le cuesta sentir empatía por unos personajes que son tan humanos como ellos, que sufren como ellos. Tal vez, el hecho de querer reflexionar sobre este aspecto debido al tema de la novela lo ha provocado. Además con su intención de no olvidar la historia romántica sin dejar de lado el contenido filosófico y moral hace que no quede claro este último. Un director nunca debe olvidar que aunque la novela y su contenido sea excelente, cuando se traslada a la pantalla se ha de convertir en cine y que los espectadores de Never let me go pueden ser muy distintos a los lectores de la novela y que por tanto, igual que esperan ver reflejado el espíritu y la esencia de la novela también quieren emocionarse como lo han hecho al leer el libro.
Debido a la gran labor de dirección y a unos actores que respiran naturalidad no se puede decir que el film resulte fallido, pero tal vez un poco más de calor y menos frialdad la hubieran hecho mucho más cinematográfica y quien sabe si más fiel a la novela.
Pero a que siempre van a existir libros más o menos buenos que sus adaptaciones es defendible su intención ya que por insatisfacción o por placer los espectadores del film de Romanek puede que al salir se acerquen a una librería a comprar el libro de Ishiguro. Si pasa lo mismo con Tokio Blues, servidor se dará por satisfecho.
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