Historia de adolescentes por Gondry
Aquellos que conocen a Michel Gondry y su trabajo saben de su obsesión por el mundo de la imaginación (La Science des rêves), por esos tiempos mejores pasados (Eternal Sunshine of the Spotless Mind), por esos instantes cómicos de la vida y del cine y de la cultura popular (Be kind, rewind, The green hornet), épocas relacionadas con la infancia y la adolescencia.
A la sazón, no es de extrañar que su nuevo trabajo, The we and the I, ya se centre, definitivamente, en un grupo de jóvenes. Un colectivo de escolares subidos a un bus que no es otro que el de la vida. En el que todos tienen y quieren ocupar su lugar. Del que echan a los mayores, les faltan el respeto y que les decepcionan.
Durante todo el metraje, Gondry no parece focalizar la atención en nadie en particular, sigue las diferentes historias de unos chavales que verán como irán quemando etapas y al final llegarán a ellos mismos.
Part I. The bullies. Cuando uno es un crío o un adolescente se cree que va a y que puede comerse el mundo. De hecho lo tienen todo por delante. Van marcando sus posiciones, las defiendes, se apoyan entre ellos (el we del título), no hay problema en apartar y maltratar a niños y mayores, a los que son diferentes o de tu edad. Lo importante es hacerse un hueco. Tratar de ser alguien. Eso es lo que nos ofrece el primer cuarto del film.
En segundo lugar viene la Part II. Chaos. El momento en que toda esa energía desbordada se ve asaltada por las rivalidades, las tensiones, los malentendidos, las realidades que se van filtrando en el autobús y en sus vidas cada vez que se abre la puerta aunque sea por un acontecimiento externo como un accidente. Los engaños de los amigos, la verdadera situación familiar y de pareja que se revela hace que uno cambie su manera de ser y que los chavales muevan ficha y ellos nuevos en este vehículo que usa Gondry llamado película y en el que el film es el propio autobús.

Todo esto es lo que narra el director francés en su nuevo film, pero lo hace de forma tan desordenada, tan poco precisa, tan superficial que se queda en agua de borrajas. Reconocemos sus orígenes, que él mismo se niega abandonar poniendo parte de sus esencias originales cuando retrata las historias contadas por los chicos, reconocemos sus temas. Pero, en este caso, se echa en falta un discurso más coherente y consistente. Y si eso es así uno puede llegar a plantearse si esa defensa de la niñez/adolescencia e imaginación que todas las películas de Gondry contienen no es una defensa de sí mismo y si nos encontramos ante un director con grandes ideas que usa muy bien pero como si fueran juguetes. Pero el problema de los juguetes queda bien representado en el inicio del film. Todo empieza siguiendo a un autobús-radiocassete bien gracioso que pone música y recorre las calles y que es aplastado por un autobús idéntico y real lleno de gente con problemas. Eso parece que nos dice el cineasta en todas sus películas y tal vez el propio director se sienta así al no poder llevar a cabo sus films como a él le gustaría (la idea de original de The we and the I era bien distinta). Pero viendo que lo hace de manera tan infantil y superficial es conveniente que alguien advierta a Gondry que igual el es el que va perdido por las calles como un juguete que suena bien pero que sino ordena sus ideas, se lo pueden llevar por delante.
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