Para quienes el cine sea (parte de) su vida
Sirva el titular para entender mejor esta reseña y no solo la película.
Sólo (se podría decir) si espectador no ama el cine saldrá de la sala avergonzado de haber entrado. Sólo quien no se siente reconfortado por haber disfrutado ante esta película se pondrá una mascara al salir para que nadie vea que ha disfrutado de la experiencia cinéfila que ofrece Holy Motors. Igual que hace Céline, la conductora de la limusina de Oscar y cómplice de sus aventuras.
Creo que solo para aquellos que sienten el cine, que lo tienen ligado a sus vidas, es posible comprender que significa y que es esta extravagancia o elegía cinefila que es Holy Motors.
Para tratar de poner distancia o ponerse en la piel de un espectador corriente se podría decir que sobre el papel el film de Leos Carax sigue la vida de un personaje que se pasa el día actuando. Desde que se levanta hasta que se acuesta. Y ya. Pero si uno no ama el cine como lo ama el personaje estará completamente fuera de la película y solo verá un tío que no para de disfrazarse de mendigo asqueroso que se entromete en sesiones de fotos y cementerios, que va haciendo ver que mata gente y cosas así que acaban por llevar a un garaje, o sea, a ninguna parte.
Y es que el problema o particularidad o incluso enfermedad de este personaje es que ama el cine y actuar. De hecho, lo expresa en un momento del film en que confiesa que todo lo que le mueve a seguir es "el amor al gesto" o a actuar o, en su defecto, al cine.
Hay algo intrínsico en los que amamos el cine que nos lleva a disfrutar de cada actuación. Que nos transporta a otro estado cuando una actuación o una película logra emocionarnos. Y sentimos una paz interna, un sentimiento reconfortante, al abandonar la sala. Cada uno de esos momentos vividos pasa a ser parte de nuestra vida, de nuestros recuerdos y, por tanto, de nuestra existencia, que ya, para siempre, estará ligada al cine.
Tanto es así que al ver como Óscar (nombre oportuno del protagonista absoluto del film interpretado por un enorme Denis Lavant) se come billetes, pelos o tiene una erección mientras está actuando lo podemos ver como justificable para una narración repleta de amor al séptimo arte, donde aparece el musical, la comedia, el terror e incluso los interludios musicales.

Porque quienes nos hemos deleitado ante la proyección y vivencia que supone el film somos esos a los que me referí al principio y que me han llevado a escribir esta reseña en primera persona, como amante del cine que no se avergüenza al decir que justifico esta y cualquier otra marcianada (que dirían los ajenos a este sentimiento) que se nos presenta en la película. Esta y cualquiera otra, desde el momento en que la vemos como una experiencia nueva, un sentimiento y una película que, para aquellos que la hemos visionado o visionarán, pasará a formar parte de nuestras vidas.
Por difícil que parezca creer todo esta justificado y, además, aclarado por el propio Leos Carax en su último trabajo. Desde que la película se viva desde una limusina hasta su titulo, lo que hace el film aún más redondo.
Holy Motors es la fábrica donde viven las limusinas. Esos vehiculos que trasladan a directores, actores, estrellas y en general a la gente de eso llamado cine. Esas limusinas descansan todas en un garaje-fábrica, digamos, de los sueños, como lo es también que es, a su vez Holly-wood, una industria de referencia que todo el imaginario popular identifica con el cine, ese arte que para algunos es entretenimiento y para otros muchos, insisto, (parte de) nuestra vida.
Incluso las limusinas, igual que Óscar, se lamentan (sí, sí, aquí los coches también hablan) de este futuro -presente, matiza una de ellas- negro que vivirá y/o vive el cine. Y es que Leos Carax, como amante del cine que es como demuestra su nuevo film, igual que los que sentimos el cine como (parte de) nuestra vida, percibe, y así lo expresa el director, un miedo justificable ante los recientes cambios que vive este mundo, especialmente por las nuevas técnicas de rodaje (y cámaras, de las que habla Óscar, quien además participa en uno de sus encargos en una sesión de captive motion) y tecnologías que están encaminando al cine hacia no se sabe bien donde y dejándole en un lugar que ya no sabemos cual es.
Sea como sea, si un dí a el cine muere (esperemos que no) quedaremos muchos Óscars como los de la película que no nos desligaremos de (esta parte de) nuestra vida que es el cine y tendremos en Leos Carax y a su Holy Motors como una elegía y un recuerdo más de (parte de) nuestra existencia que es el cine.
Trailer:
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