Batman & Prometheus: La búsqueda de las respuestas
Con lo poco que me suelen gustar las películas de acción y de las tres últimas que he visto, dos pertenecen a este género: The Dark Knight Rises y Prometheus.
Ambas forman parte de una saga, ambas han tenido mil continuaciones, ambas están dirigidas por unos directores que en la actualidad se les ve como auterus del mainstream de encargo y ambas han vuelto este verano para acaparar las pantallas, junto al nuevo Spiderman. Ambas, incluso, tienen un origen en común tanto en argumento como en su propósito: dar respuesta a muchas e importantes preguntas.
La última entrega del Batman de Christofer Nolan es una conclusión perfecta y encuadrada a la trilogía que el mismo empezó y ha terminado. Toda la acción y trama que sucede en The Dark Knight Rises encaja a la perfección en la trama de los dos films anteriores, recuperación de historias, villano más que digno y aterrador, un inicio reposado para situar al espectador, unos flashblacks ajustados a la historia para que nadie se pierda y alguna otra sorpresa. Es, sinceramente, una máquina perfecta (a nivel argumental y económico).
Cabe destacar que pese a ser una máquina a favor de una gran industria hay grandes trazos de su autor, la búsqueda de una identidad, claramente es una de ellas. Bruce Wayne, al principio de la película está convencido que su verdadera identidad es la de ricachón, filántropo, retirado en su mansión. Pero esta vida tan placentera como aburrida se ve truncada cuando una ágil (y felina) mujer -interpretada por una Anne Hathaway nada más que correcta- aparece en su vida y le lleva, sin quererlo y por torpeza, a descubrir un peligro inminente para los ciudadanos de Gotham. Vuelve el conflicto de personalidad: si Wayne ha dejado su alter ego, ¿que hacer ahora? ¿Qué identidad pesa más?
Realmente, la lucha de Bruce para recuperar su identidad murciélaga no será nada facil ante un villano como Bane. Un nuevo terrorista de estas generaciones, que encuentra en la destrucción por la destrucción, en el caos y en el derrumbamiento del sistema un gran placer inmenso, sin tener ninguna ideología.
La única "mala" que ha tenido una ideología en esta saga es la nueva Catwoman que se empeña en querer ser una Robin Hood en tiempos de crisis (no comentaremos el éxito que tiene). Porque lo que no se le puede negar The Dark Knight Rises es que deja ver verdades de la vida actual. Wayne sufre una pequeña bancarrota y el mundo vive una crisis exagerada por culpa de la manipulación de las bolsas por parte de un gran villano y terrorista.
Acción, reflexión, trazos de realidad, un cierre perfectamente encuadrado digno del cine clásico con las dos películas anteriores (no he dicho nada más sobre esto porque deben ir a verla), en definitiva, nada que ver con Prometheus.
Llámenla como quieran: precuela, inicio de la saga, máquina de hacer dinero, Alien: el origen... Porque sí, es cierto que el propio Ridley Scott, creador de la primera y original Alien: el octavo pasajero, calificó a su nuevo film como precuela, pero no esperen lo típico.
Aquí no hay cuadratura del círculo, no hay referencias claras al resto de las entregas precedentes, ni siquiera a la del propio director. El realizador ha hecho la historia que él siempre quiso, sin importarle el poder del fenómeno fan que siempre esperan que les guiñen un ojo. Todo lo opuesto al film de Nolan.
Tampoco la realidad se inmiscuye en el film, ¡sólo faltaría! Es pura ¿ciencia-ficción? Bueno, que cada cual decida. Porque aunque no haya realidad si se habla de temas que han preocupado a parte de la humanidad. Temas metafísicos. Olvídense del montruito de Alien por un momento, por favor, ya les he dicho que aquí (casi) nada va a encajar.
Prometheus no sólo es el título de la película y de la nave de los protagonistas, es el nombre de un titán griego que se enfrentó a Zeus (el dios de los dioses, para entendernos) para robarle su fuego y darle el poder de éste a los hombres. No explicaremos el final del mito, porque realmente esta es la historia que nos cuenta, por increíble que suene, Ridley Scott, en su precuela.
La metafísica es el tema principal de esta nueva entrega de Alien, como muchos la llaman. ¿Hay un creador o creadores? La preocupación por quien ha dado vida al ser humano, la Tierra, la galaxia,... sigue preocupando al final de este nuevo siglo que vivimos. La búsqueda de los porqués de la existencia del ser, de las razones de nuestra creación, de la creación de los planetas, de las vidas...
Por eso cuando unos arqueólogos descubren en 2089 unos escritos prehistóricos que parecen revelar quien o quienes son los creadores de este mundo y sus habitantes, un millonario los contrata para que vayan al único planeta que parece habitado de toda la galaxia. Al mando de la tripulación está la hija de este millonario y un androide (robot con aspecto humano) creado para supervisar la expedición y cuidar de los humanos.
Como es de esperar, una vez llegan a este planeta las cosas no salen como se esperaban y no todos reaccionan de la misma manera. Una vez uno descubre quien puede ser su creador y que supone eso, las consecuencias y maneras de actuar pueden dar muchas vueltas, sólo hace falta ver lo que les sucede a toda la tripulación de Prometheus.
Como ven poca referencia parece haber en este film hacia Alien: el octavo pasajero pese a que ambas han sido realizadas y pensadas por el propio Ridley Scott. Eso sí, la calidad es espectacular, el cuidado técnico, de maquinaria, de artilugios, de extraterrestres y humanoides es tan excelente como el guión de esta película.
Así pues, puedo concluir, que me incursión en las pelis de ¿acción? de este verano ha sido de lo más satisfactoria. De acuerdo, nos encontramos en frente de Batman y Alien, ante dos megaproducciones hechas para recaudar dinero de los espectadores, pero que si queremos ver algo más que un producto de evasión comprobaremos que ofrecen algo más. La primera es una búsqueda y una explicación de toda una historia de episodios con trazos de realidad, así como un conflicto de identidad; la segunda también tiene algo de conflicto de identidad y resulta más que una aventura interespacial una búsqueda a grandes respuestas metafísicas que la humanidad se ha hecho a lo largo de la historia. Sí, ambas, para un público mayoritario, ambas aderezadas con malvados, ambas con escenas técnicas y de acción espectaculares. Y, sobre todo, ambas dos películas más que dignas de ver.
The Dark Knight Rises
Prometheus
Ambas forman parte de una saga, ambas han tenido mil continuaciones, ambas están dirigidas por unos directores que en la actualidad se les ve como auterus del mainstream de encargo y ambas han vuelto este verano para acaparar las pantallas, junto al nuevo Spiderman. Ambas, incluso, tienen un origen en común tanto en argumento como en su propósito: dar respuesta a muchas e importantes preguntas.

Cabe destacar que pese a ser una máquina a favor de una gran industria hay grandes trazos de su autor, la búsqueda de una identidad, claramente es una de ellas. Bruce Wayne, al principio de la película está convencido que su verdadera identidad es la de ricachón, filántropo, retirado en su mansión. Pero esta vida tan placentera como aburrida se ve truncada cuando una ágil (y felina) mujer -interpretada por una Anne Hathaway nada más que correcta- aparece en su vida y le lleva, sin quererlo y por torpeza, a descubrir un peligro inminente para los ciudadanos de Gotham. Vuelve el conflicto de personalidad: si Wayne ha dejado su alter ego, ¿que hacer ahora? ¿Qué identidad pesa más?
Realmente, la lucha de Bruce para recuperar su identidad murciélaga no será nada facil ante un villano como Bane. Un nuevo terrorista de estas generaciones, que encuentra en la destrucción por la destrucción, en el caos y en el derrumbamiento del sistema un gran placer inmenso, sin tener ninguna ideología.
La única "mala" que ha tenido una ideología en esta saga es la nueva Catwoman que se empeña en querer ser una Robin Hood en tiempos de crisis (no comentaremos el éxito que tiene). Porque lo que no se le puede negar The Dark Knight Rises es que deja ver verdades de la vida actual. Wayne sufre una pequeña bancarrota y el mundo vive una crisis exagerada por culpa de la manipulación de las bolsas por parte de un gran villano y terrorista.
Acción, reflexión, trazos de realidad, un cierre perfectamente encuadrado digno del cine clásico con las dos películas anteriores (no he dicho nada más sobre esto porque deben ir a verla), en definitiva, nada que ver con Prometheus.
Llámenla como quieran: precuela, inicio de la saga, máquina de hacer dinero, Alien: el origen... Porque sí, es cierto que el propio Ridley Scott, creador de la primera y original Alien: el octavo pasajero, calificó a su nuevo film como precuela, pero no esperen lo típico.
Aquí no hay cuadratura del círculo, no hay referencias claras al resto de las entregas precedentes, ni siquiera a la del propio director. El realizador ha hecho la historia que él siempre quiso, sin importarle el poder del fenómeno fan que siempre esperan que les guiñen un ojo. Todo lo opuesto al film de Nolan.
Tampoco la realidad se inmiscuye en el film, ¡sólo faltaría! Es pura ¿ciencia-ficción? Bueno, que cada cual decida. Porque aunque no haya realidad si se habla de temas que han preocupado a parte de la humanidad. Temas metafísicos. Olvídense del montruito de Alien por un momento, por favor, ya les he dicho que aquí (casi) nada va a encajar.
Prometheus no sólo es el título de la película y de la nave de los protagonistas, es el nombre de un titán griego que se enfrentó a Zeus (el dios de los dioses, para entendernos) para robarle su fuego y darle el poder de éste a los hombres. No explicaremos el final del mito, porque realmente esta es la historia que nos cuenta, por increíble que suene, Ridley Scott, en su precuela.
La metafísica es el tema principal de esta nueva entrega de Alien, como muchos la llaman. ¿Hay un creador o creadores? La preocupación por quien ha dado vida al ser humano, la Tierra, la galaxia,... sigue preocupando al final de este nuevo siglo que vivimos. La búsqueda de los porqués de la existencia del ser, de las razones de nuestra creación, de la creación de los planetas, de las vidas...
Por eso cuando unos arqueólogos descubren en 2089 unos escritos prehistóricos que parecen revelar quien o quienes son los creadores de este mundo y sus habitantes, un millonario los contrata para que vayan al único planeta que parece habitado de toda la galaxia. Al mando de la tripulación está la hija de este millonario y un androide (robot con aspecto humano) creado para supervisar la expedición y cuidar de los humanos.
Como es de esperar, una vez llegan a este planeta las cosas no salen como se esperaban y no todos reaccionan de la misma manera. Una vez uno descubre quien puede ser su creador y que supone eso, las consecuencias y maneras de actuar pueden dar muchas vueltas, sólo hace falta ver lo que les sucede a toda la tripulación de Prometheus.
Como ven poca referencia parece haber en este film hacia Alien: el octavo pasajero pese a que ambas han sido realizadas y pensadas por el propio Ridley Scott. Eso sí, la calidad es espectacular, el cuidado técnico, de maquinaria, de artilugios, de extraterrestres y humanoides es tan excelente como el guión de esta película.
Así pues, puedo concluir, que me incursión en las pelis de ¿acción? de este verano ha sido de lo más satisfactoria. De acuerdo, nos encontramos en frente de Batman y Alien, ante dos megaproducciones hechas para recaudar dinero de los espectadores, pero que si queremos ver algo más que un producto de evasión comprobaremos que ofrecen algo más. La primera es una búsqueda y una explicación de toda una historia de episodios con trazos de realidad, así como un conflicto de identidad; la segunda también tiene algo de conflicto de identidad y resulta más que una aventura interespacial una búsqueda a grandes respuestas metafísicas que la humanidad se ha hecho a lo largo de la historia. Sí, ambas, para un público mayoritario, ambas aderezadas con malvados, ambas con escenas técnicas y de acción espectaculares. Y, sobre todo, ambas dos películas más que dignas de ver.
The Dark Knight Rises
Prometheus
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