Vivir en el edén electrónico
Retratar a toda una generación tiene sus
complejidades. El trayecto personal de cada uno se puede escapar de los
tópicos. Por eso, Mia Hansen-Løve ha evitado darle un aire solemne a este
repaso de la generación de los 90 que es Edén. El nuevo film de la directora
nace de lo personal para llegar a lo general y, sobre todo, al sentimiento de
unos jóvenes que les cuesta crecer.
Paul, el protagonista, es el claro
ejemplo. Empezó yendo a fiestas rave en las periferias de París y acabó haciendo
de la música garaje su profesión y modo de vida. Sus amistades fueron
fracasando o triunfando, pero él, con su grupo Cheers, siguió surfeando los
problemas amorosos y económicos.
Basado en la vida de su hermano Sven,
coguionista de la película, Mia Hansen-Løve se pasea por las fiestas cámara en
mano donde la oscuridad y la música de Daft Punk (los exitosos de esa
generación) son los denominadores comunes. Vagando, como lo hacen sus
protagonistas al ritmo de la música, siguiendo conversaciones y relaciones
superficiales que son el sustento de una generación y a la vez su retrato.
Los años van pasando y Paul sigue con los
mismos problemas con las chicas que lo abandonan por su falta de madurez y
proyecto vital, con los mismos problemas económicos que ni se plantea en
solucionar ya que cuenta con la ayuda de sus amigos y su madre, cruzándose con
las mismas caras, yendo a clubs sin tomar una sola decisión, centrándose en sus
vinilos, disfrutando de cada nuevo tema que escucha, y allí esta la cámara de la
directora, observando.
Pero Mia Hansen-Løve evita juzgar a su protagonista,
sólo lo sigue con su cámara. Genera una atmósfera sutil, atenta a los detalles
y significativa, se desplaza por las vida del protagonista con la música y
escucha sus palabras con la misma atención que Paul escucha la música que los
apasiona y se olvida de crecer y se pierde en a vida adulta. Sólo en la segunda
parte del film, parece abandonar más las fiestas. Pero más que una decisión
estética es por la evolución del protagonista quien, entrado en los años 2000,
se cruza con sus chicas que han tenido hijos, han encontrado a su pareja, un
trabajo, un piso. La directora pone la cámara delante de él para contemplar las
reacciones de un Paul que no sabe que hacer con eso, que le cuesta plantearse
una vida adulta y no sabe que hacer con ella.
Hansen-Løve se aparta de esos paseos
intimistas y conversaciones reflexivas de los jóvenes de sus anteriores films
para hacer un film más intimo y significativo, contemplativo y entretenido con
los temas de Daft Punk. La música es la vida de Paul así que es la esencia de
Edén. No hay nostalgia de esa juventud, es sólo su máxima expresión que tiene
su cumbre cuando se acerca a la cara de Paul y la incapacidad de gestionar su
vida mientras llega la vida adulta. Es solo la vida de un joven que creció en
los 90. Y la de su alrededor. Una generación.
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