'Hamlet': cuando ni Ian McKellen salva la película



Es muy difícil hacer Hamlet en cine y que no quede impostado. Aquí pasa algo así. Sean Mathias aprovecha el confinamiento para rescatar el teatro y este gran texto. La pregunta es ¿es necesario? ¿El cine puede rescatar al teatro? ¿Y a la inversa? La respuesta es la misma para ambas cuestiones, no. Son lenguajes distintos, códigos distintos. Hacerlos encajar, como intenta el director, es casi un juego de difícil ejecución.

Esto mismo se demuestra en esta nueva adaptación que, si bien tiene grandes actuaciones --Ian McKellen siempre es garantía de buen hacer actoral--, unos planos más que significativos y significantes, a la par que bellos y una idea original de rodarlo en un teatro y todos los rincones, se ve más como un ejercicio de pruebas. Ver cómo se puede aprovechar todo el espacio del teatro aprovechando que está cerrado, ver cómo lo llenan los actores y las palabras de Shakespeare. Poco más.

La tensión de la obra apenas se percibe, la fuerza del texto está presente, pero sus imágenes carecen de ella, están muertas y juegan en detrimento del film, del teatro y del texto que, a pesar de todo y por su calidad, es de lo poco que resiste está tormenta de ideas desprolijas sobre él.



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