'Tabu': el conflictivo viaje a la Polinesia francesa de Murnau y Flaherty


Es Tabu una película tan buena como desconcertante, llena de altibajos. Arranca casi como un documental propio de Flaherty (estuvo en sus inicios y sus buenas intenciones). Con imágenes mucho más estéticas, con una fotografía realmente cuidada y una preocupación por la luz y la imagen de los cuerpos de los habitantes de la Polinesia francesa que contrasta con lo que presenta, una voluntad de relatar las costumbres de los pueblos originarios que allí habitan.

Poco a poco se nota la mano de un guion claro que busca introducir un conflicto que ya revela que el retrato de los 'indígenas' va a estar intervenida por una acción dramática escrita por otros. De hecho, es una leyenda de la zona. Uno puede pensar que meter una trama pasa en muchos documentales, y es cierto, pero aquí la historia de un hombre que se enamora de una mujer virgen, convertida en intocable, en tabú, por su pueblo, se nota ya exagerado.

Las aventuras que vive la pareja, huyendo de su pueblo para poder vivir su amor sin ataduras ni condenas, pierden así todo el interés a medida que avanza la trama. No así el trabajo visual de Murnau que, alejado ya del expresionismo, demuestra su dominio de la luz, incluso la natural. Sus personajes son casi seres divinos, hechos de otra pasta, cual estatuas griegas. El problema de la cinta, por eso, también es ese, la imagen idealizada de sus protagonistas, sin contar con el retrato de los pueblos originarios algo incivilizados que causó molestia a Flaherty, quien se apartó del proyecto por su voluntad de jugar con el exotismo.

Es ahí también donde el film pierde fuelle, cae la atención. La historia de la pareja que deben pasar una serie de dificultades por tener un amor prohibido. Un fatalismo que se ve casi desfasado pasados los años. Sólo lo salva puntualmente ese dardo a la supuesta civilización que se aprovecha de las capacidades físicas del protagonista para sacar partido. Eso sin contar con la trampa que le tienden. Un reflejo de las zonas más oscuras del ser humano también en medio del paraíso.

Por último, destacar ese final. Ese agónico final que mantiene en vilo al espectador que, tras haber perdido el interés por la historia desde minutos atrás, siente el cansancio, la agonía del protagonista, su fatiga y su desazón al ver cómo pierde lo que más quería. Todo por un absurdo tabú. O dos. 



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