'Marcello Mio': un turbulento aunque bonito viaje
A Christophe Honoré se le podrán criticar muchas cosas, pero en este Marcello mio da un salto. Al menos, en las formas.
La cinta rompe las convenciones del biopic tradicional al uso y, jugando con la autoficción, deviene un tierno homenaje a la figura de Marcello Mastroianni. Y sí, de paso la hija aprovecha para reivindicarse, pero eso es otro tema.
Aquí todo el mundo hace de sí mismo y se llama por su nombre, desde Chiara Mastroianni a la Deneuve, pasando por Fabrice Luchini, Melvil Poupaud o Nicole García. Esta última es la que desata la trama al rechazar a la hija del actor homenajeado. A partir de allí, Chiara en una especie de tormento por ser 'hija de', hasta verse tal cual es su padre y hacerse pasar por él. Adoptar su vida, su estilo, su ropa, si galantería... Todo. Algo que provoca cierto caos y cariño por parte de su entorno.
Si bien es cierto que la película no encuentra un camino claro sobre lo que quiere contar, tiene puntos muy rescatables. Sí, juega caprichosamente a poner escenas propias del musical que rompen el ritmo y el tono del film, hasta el punto de sacar al espectador de la historia cuando ya abrazó el engaño. Sí, tiene un final tan fallido que muestra si torpeza y hace dudar de su propósito, pero entre medias el espectador ha abrazado un código que no se esperaba.
En vez de poner a un actor a hacer de Marcello Mastroianni y empezar a contar desde sus inicios a sus romances, pasando por sus malos momentos, caídas y zonas oscuras, hasta el momento de éxito y si muerte, Honoré hace algo muy distinto. Para empezar parte de su hija y cuenta con la complicidad de la familia. Descubre al espectador momentos íntimos y familiares que ha tenido con Chiara, también las discusiones que tuvo con la Deneuve y, sobre todo, las películas que le marcaron. Y es que, entre un film salpicado de anécdotas contadas con cierta originalidad, el realizador hace menciones y referencias a los films más populares de Mastroianni padre (Ginger y Fred, La dolce vita, 8 y medio...). Convirtiendo el dispositivo en todo un canto a Marcello y al cine, a dejarnos engañar durante dos horas para dejarnos llevar por una historia que sabemos que es mentira desde el principio. Hemos visto ante nuestros ojos como Chiara deviene Marcello, pero hemos seguido y hemos creído en esta posibilidad para dejarnos sorprender. Eso es el cine en su esencia.
Honoré falla en muchas escenas y decisiones que toma. Cómo dije, son innecesarios los momentos de musical, también esa especie de dardo a la televisión italiana que no se entiende bien qué hace ahí. Tiene momentos caprichosos y un final...
La conclusión torpe, vaga y pretendida y pretenciosamente emotiva desmonta el juego de naipes. Destroza esa juego de mentira consentida que es el cine y la misma historia de Chiara/Marcello que ha creado y, sin quererlo, nos muestra que en este homenaje a Mastroianni, en este original biopic con cuyas formas juega, en esta autoficción de Chiara, pesa más lo que le pasa a la hija que al resto. Un momento en el que el espectador, que ha creído todo, se siente algo estafado. Ha querido creer en la originalidad del formato, ha comprado el tributo a Marcello y al poder del cine y la ficción, para luego esto. Aun así, si uno deja aparta ese final y las torpezas citadas, se da cuenta de que todo lo anterior ha valido la pena. Y no sólo la intención ha sido buena, el viaje, aunque con turbulencias y decepciones, ha sido placentero. Viva Marcello!
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