Festival de Cannes: "Exil" de Rithy Panh

Con un set de rodaje al que le va añadiendo recuerdos de su pasado y un hombre que lo representa, Panh se pone más que trascendental. No es que no sepa explicar todo lo que vivió bajo la dictadura de Pol Pot, sino que le resulta una tarea imposible.
Para narrar su historia personal, su exilio, solo tiene los recuerdos, las imágenes y la palabra. Y és esta última la que parece atravesársele. En Exil, el realizador trata de contar lo que vivió y se da cuenta que las palabras no bastan. Es más, las cuestiona. Duda de la connotación de la palabra "revolución", "libertad" y tantas otras. Pero alejado de cualquier análisis metalingüístico el realizador decide optar por un tono poético en su manera de narrar lo que piensa sobre lo que ha vivido.

Panh presenta así un juego con el formato cinematográfico para transformar lo que pasa en su cabeza en imágenes que se superponen y que en ocasiones parece teatro contemporáneo. No hay duda que seguir tejiendo diarios íntimos y otro tipo de historias experimentando las opciones que ofrece el cine siempre es una buena noticia. El problema es que si bien puede dudar de la respuesta sobre si se puede filmar un exilio y la dictadura de Pol Pot, también puede dudar del trato poéticamente intrincado y encriptado que ofrece Exil.
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